Todos los asistentes al concierto han llegado con su pertinente vara -obra de Mode, artesano de la madera de encina- recogida a la entrada con la unción de quien va a marcar con ella los tiempos de un salmo. Es la Noche de San Juan y las lamparillas titilan sobre el agua, como sobre la superficie del Ganges a su paso por Benarés en el Diwali, la fiesta del año nuevo hindú. En calidad de música de fondo, a buen seguro que por elección de Paquito Suárez El Aspirina, nos deleita los oídos -enroscado a la percusión de Piraña, uno de los grandes que Extremadura ha dado al flamenco- el sitar de Anouschka Shankar. Justo a medianoche, los concurrentes nos agolpamos sobre los bordes de la gran pila y, hundiendo en ella las varas, las agitamos sobre la superficie de las aguas emulando el aleteo del ganso védico primordial, y el agua nos salpica el rostro, los cabellos, la camisa, mojándonos con una pincelada de la prosperidad, el amor, la salud y la felicidad que pueda depararnos la conjunción astral. Porque San Juan -junto con Santa Ana y tras San Jorge, el santo más gitano de la historia- es ante todo el santo de la suerte, de la buena sombra y al que nosotros, además de -como todo el mundo- prendiendo candelas, celebramos con agua.
Villa con moneda propia -el varamedí- y conocida como Sevilla la Chica, famosa desde antiguo por su feria de ganado, hace cosa de veinte años que Antonio Vázquez, al frente entonces de la Federación de Asociaciones Gitanas Extremeñas, se aplicó a la recuperación en Zafra de esta tradición gitana de la Mojá de la Vara, cuya celebración, tras ser asumida por las instituciones locales, se ha ido extendiendo a otros enclaves, tal que Santamarta de los Barros. Noche muy flamenca la de hoy, pues aquí al lado, en la vecina Puebla de Sancho Pérez, canta Capullo de Jerez y, en Badajoz, Pedro El Granaíno. Pero vamos, que Zafra sigue siendo Zafra.
Como preludio a la mojada de las varas ha pronunciado un sentido pregón, presentada por Brigitte Salazar y el alcalde, Juan Manuel Contreras, Salomé Pavón, distinguida por el Ayuntamiento con la vara de honor de este año y que antes, por supuesto, ha cantado, convocada por el gitanísimo y regio toque de Miguel y Juan Vargas y alternando en estilos con Nuria Clavería, zaragozana afincada en Almendralejo a quien escuchábamos por primera vez, con un eco muy gitano y detalles de enorme gusto -guiños a Remedios y a La Susi– por alegrías, bulerías y tangos. Salomé ha mostrado sus cartas preñadas de nostalgia por zambra, palo que está devolviendo a la actualidad de la escena flamenca, además de por soleá, fandangos, tangos y bulerías, estas últimas adornadas con ese baile de peso suyo bien conocido por quienes siguen sus pasos artísticos. Olés legítimos han brotado para ambas, así como para el swing de apabullante soniquete de los Vargas -¡dos guitarras tan de época y tan sin edad!- y el bajo de José Jiménez, siempre redondeando desde la sólo aparente sencillez.
Y aquí está, entre el público, cosa de dos mil almas, otro que sabe lo suyo de sabores: David Salazar, chef de alta cocina de quien esperamos una nueva aventura gastronómica con el mismo runrún e idéntica expectación con que aguardamos de Miguel Vargas ese disco en solitario que desde hace tantos años debe a la afición y que, por cierto, anda ya cocinando con delicadezas cultivadas en el más Extremo de los Orientes. Esperamos poder pronto anticiparles algo.
Todo -cante de lujo, grandes músicos, alegría, momento cósmico…- despide hoy aromas a cuento de Cunqueiro. La pena es que acaba la gala y, se supone que por aquello de ser domingo, no queda nada abierto en Zafra donde cenar o tomar una copa. Será eso, lo de ser domingo, pero lo cierto es que hace no mucho esas cosas no sucedían ningún día de la semana y que las ciudades de España se van pareciendo cada día más a Oslo. Esperemos que alguien sea capaz de dar marcha atrás a esto…
No Responses to “Varas en Zafra”