«A veces en la vida hay que molestar, porque si no siempre lo molestan a uno», decía Enrique Morente. Razón no le faltaba y en estos tiempos en los que no están dejando al sector cultural hacer todo lo que nos gustaría, debemos molestar cantando, tocando y bailando.
Como tributo al cantaor granaino comenzaba ayer el Festival Suma Flamenca, primera edición bajo la dirección de Antonio Benamargo, con un acertado concierto como petardazo de salida, Rafael Riqueni. Acertado por el vínculo entre los Maestros y acertado por dar ese lugar a la guitarra que tanto se merece.
Con la Sala Verde de los teatros del Canal llena, en la medida que el aforo lo permite, arrancaba Riqueni por Granaina, dedicada a Enrique para continuar por Soleá y Alegrías en solitario. Fue ya en compañía de la segunda y tercera guitarra, Salvador Gutiérrez y Manuel de la Luz, cuando brilló la Estrella que alumbraba a Morente por Tangos en una adaptación para las seis cuerdas que sacó los oles de muchos a los tres artistas que estaban sobre la escena, al igual que sucedió con los Fandangos al Niño Miguel. Tampoco faltaron el «Romero Verde» en recuerdo a Manuel Molina ni sus «Aires de Sevilla». Final por Rumba. Tras los aplausos un bis en el que el Maestro regaló «Desayuno con Diamantes», «A Mi Manera» y «Cinema Paradise» a los espectadores con esa sensibilidad y belleza en su toque que tanto le caracteriza.
Como el genio de la lámpara Riqueni es capaz de conceder los deseos de cualquiera que vaya a escucharlo en detalles minimalistas que en realidad son enormes y con los que no hace falta nada más. No son necesarias ni las virguerías, ni el concierto perfecto, en dos segundos es capaz de fulminarte y saciar la sed de música que tenemos desde hace meses.
Fotos cedidas por Suma Flamenca.
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