La programación fue muy bien pensada, muy amplia para satisfacer a todos los gustos. clásicos y modernos, veteranos y jóvenes, muy bien equilibrado, parece ser.
Hubo recitales de cante a la forma más clásica, como el de Israel Fernández con El Relojero, y otros pensaron hacerlos más espectaculares, como Miguel Poveda con Eva Yerbabuena (su bambera ha sido sublime) y con banda de Semana Santa; Arcángel, quien se presentó con cuatro guitarristas y seis palmeros-coros como si fuera una orquesta, o Argentina, acompañada de tres guitarristas que cambiaban de lugar varias veces y un grupo de chicas vestidas de flamenca para que bailasen solo una letra de sevillanas. David Palomar se convirtió en monologuista en su obra. La Tremendita hizo un trabajazo para actuar junto a La Kaíta. Ver a dos cantaoras extremas juntas con amor y respeto mutuo, fue un gozo.
Los bailaores (o bailarines, ya no veo tan clara la frontera) siguen buscando su propia forma o su propio lenguaje para contar su pensamiento. Algunos lo logran y otros se pierden en sus intentos. Patricia Guerrero, como directora de Ballet Flamenco de Andalucía, presentó una obra de categoría total. Pineda, tiene coreografía, escenografía, vestuario, iluminación… todo perfecto. Rafaela Carrasco – exdirectora del Ballet Flamenco de Andalucía- baila sola en Creaviva, una obra muy sofisticada. Su forma y movimientos tan bellos y tan perfectos me hicieron a llorar. Ella baila a la música, y crea música con sus movimientos. Elegancia total. Javier Barón con Rosario Toledo nos invitaron a un mundo de flamenco con humor, los protagonistas de obras históricas como Dime y Alicia, nos hicieron reír mucho sin perder su flamenco. Carmen de Israel Galván es otra cosa. No se puede calificar Carmen galvánica en dos líneas, necesito otro artículo para hablar de ella.
Lo que más me gustó en general fueron la serie de conciertos que se celebraban en Espacio Turina. Los recitales de guitarra, ya sean en solitario o acompañados, fueron un verdadero placer pudiendo disfrutar de tantos talentos como hay en nuestro panorama. A Pedro Sierra no le hizo faltaba nada, que llenó este espacio con su sonanta solo, fue un conciertazo. Joni Jiménez y José del Tomate, junto a Ismael “Bola” demostraron su flamencura más natural y fresca.
David de Arahal nos emocionó con su manera única de expresarse ¡Esa soleá tan despacio! Manuel Valencia junto a El Choro y David Carpio nos enseñó Las tres orillas de guitarra, solo, acompañamiento al baile y al cante. Es una obra sencilla pero muy eficaz para conocer el mundo de guitarra flamenca, Y ¡cómo tocó! Además, todos los conciertos de la sala Turina estaban bastante llenos. Eso me da más alegría todavía, porque he visto el teatro medio vacío cuando la serie de recitales de guitarra que se hizo en la Bienal de 1990. Ya la guitarra tiene su público.
Dicen que la Bienal es el escaparate del flamenco actual. Lo que hemos visto es un reflejo del panorama actual del flamenco. Sin embargo, tengo la sensación que fue la Bienal más sevillana que nunca. ¿Puede ser por el premio a José de la Tomasa? ¿O por la participación de los cantaores veteranos Calixto Sánchez y Marcelo Sousa junto a José de la Tomasa recordando tiempo de los festivales de los 80? ¿Por el concierto de Sevillanas en Alcázar, o por el guitarrista Ricardo Miño, con Gualberto, a quien solo he visto sus conciertos en los Bienales? Puede ser, pero también por incluirse música de Semana Santa en las obras de varios artistas como Poveda, Andrés Marín – Ana Morales, Manuela Carrasco, o sevillanas para el recital de Argentina o las obras de Barón- Toledo e Israel Galván. No sé si esto es para el gusto de los sevillanos o debido a una necesidad puramente artística. Me da igual, pero esa tendencia(?) suena muy de Sevilla.
Manuela Carrasco con Banda de cornetas Agrupación musical ‘Los Gitanos’ / Archivo Fotográfico de La Bienal de Flamenco / ©Laura León .
Lo que me dio pena fue perder las noches del Hotel Triana con ambigú; allí había un buen ambiente flamenco con la gente del barrio. Y hubo días que había tres actuaciones al día, y no podía verlas todas, aunque me interesaban los tres. Cuántas veces tuve que salir corriendo del Turina para llegar al Maestranza sin ver el final del concierto. Eso podría haberse evitado si los conciertos del Turina comenzaran media hora antes o los del Maestranza media hora más tarde ¡Y el volumen del sonido! Casi todos los días me tuve que poner tapones en los oídos para protegerme, salvo en las actuaciones de Barón en el Teatro Central, Rycardo Moreno-Niño Josele en el Turina e Israel Galván en la Maestranza. No creo que todos los sevillanos sean sordos y no les moleste ese volumen.
A pesar de todo, disfruté de buen flamenco, como el de Caracafé, y ya olvidé momentos incómodos que había pasado. Para mí, el flamenco es para gozar no para sufrir.
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