Tanto cuando alzaba su carpa frente a la Casa de las Siete Chimeneas como tras pasar a su emplazamiento junto a la plaza de toros, siempre fue el Circo Price hospitalario con los flamencos y sede, por ello, de grandes triunfos de Porrina de Badajoz, Luisa Ortega con Arturo Pavón, Rafael Farina, Valderrama… A la puerta de nuevo Price en Embajadores charlamos con Montoyita, Furu y Antonio Carbonell cuando aparece Gitanillo Rubio con la noticia de la grave cornada encajada por Cayetano en Zaragoza. En la barra saborea café otro torero, Javier Conde. Hay expectación, porque son vísperas de la fiesta mariana, taurina y hermética del Pilar y -organizado por Talento On Fire y con Juan Casero maniobrando al timón- va a arrancar la celebración del cumpleaños artístico de uno de los más sólidos basamentos de la guitarra de nuestra época. Para no perdérselo, de Valencia ha venido Miguel Morán, director de Flamenco On Fire. De Granada, Karmele Torres. De Pamplona, donde Pepe Habichuela ostenta dignidad diplomática y tanto se le quiere y admira, David Aztarain, Antonio González -del Ateneo- y Joaquín Calderón -biógrafo fílmico de Sarasate- y muchos otros. De Murcia, Antonio Parra. Saludamos a Sergio Delgado, metido en la grabación del nuevo disco de Pepe Luis Carmona. Aparece Moreno Borja, con película como protagonista recién rodada y a punto de estrenarse. Y Alberto García-Álix, autor de la foto de Pepe incorporada al cartel. Están Saúl Quirós, Rafita, Salomé Pavón, Rocío Díaz, Alfonso Losa, Joselín Vargas, Nino de los Reyes, Anya Bartels-Suermondt, Aitana March, Rapico, Tito Losada, que pronto llevará a Sevilla su Misa Flamenca… En su camino hacia Zaragoza ha hecho un alto en el Price Antonio El Pampero, leyenda del textil y de la bohemia flamenca. De Valladolid ha venido Luis Aparicio. Y de Sevilla Joaquín Bengala, ex boxeador, cuñado de Pepe y sobrino del gran Cagancho.
Pepe Habichuela ya nos aleccionó en uno de sus discos con Nuevos Medios acerca de que la habichuela ha de venir en rama, es decir, entroncada: nutrida por fluyente savia y engalanada con verdes y aromáticas hojas. No es de extrañar, pues, que su carrera haya crecido como un firme tronco con mucho musgo en su base, culminando en la frondosa copa del concertista, pero precedida esta por armónicas ramas representativas de todos los ecos a quienes su guitarra ha acompañado, eslabones fundamentales del cante muchos de ellos. El peso y el perfume a laurel de su guitarra suenan, en efecto, en los discos hoy buscadísimos de Antonio El Rubio. Junto a Morente concibió el Homenaje a Don Antonio Chacón y Despegando. Acompañó muchas veces a Camarón en las madrugadas flamencas de Caracas. Le hemos escuchado infinidad de veces a la izquierda de Ramón El Portugués. Y junto a Estrella Morente, Juan Cantero, Salomé Pavón, José Mercé, Indio Gitano, Carmen Linares, Guadiana, Arcángel… hasta, en la actualidad, oficiar como impulsor de nuevos valores como David de Jacoba, Rafita o Kiki Morente.
En las dos facetas reluce hoy la guitarra de Pepe: por soleá, a solas consigo mismo y sus ancestros; luego, acompañando con adornos de lujo por alegrías a Arcángel o a Estrella por tangos. El elenco artístico invitado a actuar en la primera velada y, en gran medida, el de las siguientes es sumamente representativo de su historia personal, pues -compañero de fatigas y éxitos escénicos y discográficos de Enrique Morente- los hijos de éste se han criado prácticamente a sus pechos. Más áun lo han hecho su sobrino Juan -tan hermanado a Tomatito, cuyo toque por bulerías va a poner en pie a la concurrencia- y su hijo Josemi, guitarrista de amplio registro y uno de los más firmes sostenes de unas noches a las que se ha incorporado al final José El Francés, tan personal como siempre en su Se dejaba llevar por ti y tan salvaje y auténtico en sus dos fandangazos de regalo. Falta Antonio, en el ánimo de todos y ya en feliz proceso de recuperación.
Tres noches transcurren sembradas de momentos memorables, como los propiciados por ese grito insondable del Pele, atribulado por la doliente queja de milenios de amor al arte. El acompañamiento por siguiriyas de la guitarra de Pepe y de las de Tomatito y Josemi por soleá termina de redondear unos caracoleos cantaores que, de la mano de una garganta para la historia, nos recuerdan que el flamenco es, ante todo, sentimiento. O ese aire tan sutil y enjundioso por bulerías de Israel Fernández, el cante que viene. O el duende y el preciosismo rajastaní de la media granaína de Josemi, que marca el listón en la gala de clausura. O la cálida comunicación con el público de Niña Pastori, uno de los valores mejor apuntalados del panorama musical. O la patada por bulerías junto a Amparo Bengala de un Miguel Poveda que vuelve a confirmar su carisma. Para el recuerdo, como siempre, queda ese marcaje por alegrías y bulerías -con Encarna Anillo al cante- de un Farruquito que apenas tendría cuatro años cuando debutó en Broadway junto a Pepe Habichuela -y Farruco, El Güito, Manuela Carrasco, Angelita Vargas, Chocolate…- en Flamenco Puro. No tardaremos en volver a disfrutar de su arte: en noviembre en el Café Berlín y en diciembre en la Caracol. Y bueno: un fibroso y entregado José Mercé, Galván, Silvia Pérez Cruz, Canales, Teo Sánchez, Langui, Juan Luis Cano, Juan Diego… Y Anya Bartels-Suermondt, cuyas fotografías entreveradas en el escenario con las falsetas la convierten, en este homenaje, en casi una cantaora más.
Me dice Pepe Maya, quien acaba de terminar su papel en la serie Gigante, que con A Mandeli Pepe Habichuela dio un paso de veinte años en la guitarra flamenca. Y es verdad: con poco ruido, pero con mucho peso. De natural sencillo y nada pagado de sí, Pepe pasa de tocar en un teatro en Milán a hacerlo en el escenario íntimo y recogido del Recoletos Jazz Club sin que se le muevan un milímetro los gemelos del ego. Y es hombre también a quien el Destino y su inteligencia natural han llevado a estar siempre ahí, guitarra en mano, en el día y el momento adecuados para contribuir a hacer historia. Lleva con él, claro, el don natural, porque el de la guitarra es arte exigente que pone a prueba todos los días el temple de sus cultores. Puede que, durante un tiempo, monopolice circunstancialmente los aplausos una versión edulcorada, suavona y superficial -pero halagadora al oído- del toque. Mas, a la larga, esta es disciplina en la que la verdad termina siempre por imponerse y reducir a cenizas los fuegos de artificio, extinción que constituye, por lo demás, el natural desenlace de estos.
Las composiciones de Pepe Habichuela se distinguen por la virtud de ofrecernos desde la aparente sencillez -como los relatos de espejos y evanescentes estatuas de Juan Eduardo Zúñiga- un mundo completo y acabado. Tienen esa justeza y esas especias con las que dicen que labraba sus faenas Pepe Luis Vázquez padre. Talante muy lejos siempre de los divertimentos de poco vuelo y que afronta siempre el reto escénico con una sinceridad ante la que el toro no puede sino humillar la testuz y meter la cara con absoluta y rendida entrega, la muleta de Pepe Habichuela nos presenta siempre los adentros del toque, el palpitante corazón de la soleá abierto sobre las brasas de la siguiriya, la granaína en su justo punto, los tangos con aliños y salsas de la casa… Todo un clásico y hondo repertorio, en fin, de suertes flamencas empapadas siempre por el rocío del duende, del que he querido recoger en estas líneas una suerte de retrato o perfil necesariamente incompleto y de seguro que no tan bien conseguido como el de la foto de García-Álix, que parece que va a salir andando del cartel con el contrabajo de Javier Colina y la flauta de Jorge Pardo como música de fondo. ¡Larga vida al flamenco y que siga por muchos años Pepe Habichuela oficiando como maestro de ceremonias!
Fotos de Carmen Fernández – Enríquez.
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