Organizado por la peña local, la más añeja entre las de Extremadura, con el apoyo del Ayuntamiento y bajo la inspiración de Paco Zambrano, que ha querido dedicar esta edición al Niño de Badajoz, cantaor emigrante en su día a Francia y Suiza y último tripulante de la época heroica de nuestro arte en estos predios, ha arrancado ya la décimo quinta edición del Otoño Flamenco de Fuente de Cantos, buen ejemplo de cómo pueden fraguarse las cosas a buena temperatura sin contar con los medios que en otros sitios. De ahí que la afición concurra año tras año ilusionada al teatro municipal y salga de él con la sensación de, cuando menos, haber visto y escuchado flamenco, algo que no siempre se cumple hoy en tantas citas que enarbolan en su frontispicio tal denominación de origen.
Juan Ramírez, uno de los socios fundadores de la peña, ha publicado hace unos días su tercer o cuarto libro, En la recachera, dedicado al significado de un buen número de vocablos propios de los habitantes del pueblo y sus alrededores, y gracias a él se entera el profano de qué quiere decir salir de galocheo, volver embolicado o arrellanarse en la perrunilla. Y es que el del empobrecimiento del habla cotidiana es triste fenómeno en el que, pese a que en el medio rural no alcance ni por asomo cotas tan preocupantes como en las urbes, no conviene bajar la guardia. También el Otoño Flamenco planta cara, decíamos, a los huecos a cubrir en diversos frentes, incluido el didáctico, con una conferencia comentada sobre los numerosos estilos de fandango a cargo de la escuela de cante de El Jaraqueño. Con Laura Zahínos como presentadora de lujo, se mantiene la línea de combinar la presencia de valores del solar en despunte junto a otros ya consolidados: así, la presentación del primer disco de guitarra solista de Juan Manuel Moreno -cuyo índice incluye jotas extremeñas por bulerías- contará con el apoyo en el baile de Jesús Ortega, triunfador hace poco en el López de Ayala de Badajoz al frente de las bailaoras japonesas Yoko Tamura, Mana Mizuno, Maki Nagakura y La Yunko, todas con ecos de esa solemnidad y ese dominio de lo fastuoso de Yoko Komatsubara que comentábamos con Jesús la otra tarde en la feria de Zafra. Francisco Manuel Pajares, Sandra Fernández, Chiqui de Quintana, el baile de Manuela Sánchez y el toque de Juan Ramón Caro, Joaquín Muñino, Manolín García y Domingo Díaz cerrarán el ciclo en noche en cabeza de la cual figura el nombre de Antonia Contreras, reciente Lámpara Minera en La Unión.
El plato fuerte lo constituye la comparecencia de José el de la Tomasa, que actuará mano a mano con su nieto Manuel en una velada en que Carlos Martín Ballester presentará su libro sobre Manuel Torre, al que ya tuvimos el placer de dedicar unas líneas en esta columna. Manuel de la Tomasa triunfó hace nada aquí, en la peña, junto a la guitarra de Nono Reyes y, a menudo acartelado con El Boleco o El Purili, como reviviendo aquellas corridas de los niños toreros con Gallito y Limeño en la primera década del siglo pasado, está repitiendo éxito en bastantes escenarios de España. Y hace falta escuchar el temple cantaor de su abuelo en estos días en que Fuente de Cantos se ve rondado por los postreros estertores de ese huracán nacido en el Atlántico. Por soleá, siguiriyas o martinete, así como prácticamente por cuantos palos aborda, José el de la Tomasa es garganta modélica, afinación sin mácula y respeto absoluto por la herencia flamenca. La elegancia cantaora, destellante asimismo en su nieto, tiene en él un representante destacadísimo, de cuya fontana no deben los cantaores de la nueva hornada olvidarse de beber.
Una vez más nos sirve Paco Zambrano, en fin, un delicioso tentempié muy de agradecer de cara a abordar un otoño que ha amanecido tempestuoso, pero que también nos ha traído alegrías como el nuevo disco de Potito con Vicente Amigo. Con esto y un bizcocho va uno superando toda suerte de tsunamis. Hasta muy pronto, amigos lectores.
Foto de Archivo VPF por Carmen Fernández – Enríquez.
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