“Flamenco On Fire”, El Séptimo Arte, “Guadiana”…

Las postrimerías de agosto son, desde hace ya cinco años, fechas en que mucha gente arriba a Pamplona y reserva cama en La Perla o el Tres Reyes para tenderse bajo la sombrilla del flamenco y disfrutar el tinto de verano de la soleá mientras, entre pincho y pincho Sabicas, vé pasar a los ases, sotas y nueves de la baraja honda, con los que alterna y se codea, a los que prodiga olés y de cuyo nutritivo duende toma buena nota su organismo anímico. Flamenco On Fire -inaugurado este año en el Baluarte por el hondo quejido de José Jiménez Tío Selín y el fandango de un Jolis Muñoz cuyo afinadísimo cante brota siempre empapado de sentimiento, y más si le secundan a la guitarra las yemas siempre on fire de Rafael Borja- tiene, pues, mucho de balneario y se erige en una suerte de Festival de Cannes del arte de Manuel Torre con Jesús Basurte supliendo a Ali Khan y cuyos photocalls se cuentan a los pocos días de concluir la cita entre los más buscados y celebrados en Instagram o Facebook.

En rigor, ya durante nuestra asistencia a la primera edición percibimos que esta convocatoria flamenca iba a consagrarse de inmediato como ineludible: tan seguro, nos dijimos, como que, en palabras de Peter Clemenza a Sonny Corleone, Luca Brasi está durmiendo con los peces. Las alrededor de 55.000 personas que -como sabremos al acabar el festival- han asistido a sus distintas propuestas dan fe en Miguel Morán y su equipo de un poder de pegada con nada que envidiar al de Rubén El Destructor Díaz, púgil navarro que en breve va a pelear en Polonia por el cinturón europeo del peso medio.

Novedad en esta edición: acude a buscarnos cual leopardo flamenco a la estación un BMW con carrocería de lunares y Pablo Calatayud al volante. Cuando seamos viejos, intuimos, algún museo presumirá de poseer uno de estos vehículos después de haber sido sus hermanos adquiridos en reñida puja por un coleccionista japonés. De cualquier modo, es este -al menos, que yo sepa- el único festival flamenco donde eres recogido al bajar del tren por un director de cine, lo que, a fuer de perfumarte la autoestima, tiene su sentido si reparamos en el aura cinematográfica que últimamente envuelve al evento.

Porque esta vez nos hemos incorporado tarde, perdiéndonos a Lole Montoya con Juan Carmona y a Ramón El Portugués con Paquete a la guitarra en el balcón del Ayuntamiento, así como la pincelada inaugural de Pepe Habichuela a modo de homenaje a Carlos Itoiz, a Amaia Romero oficiando como maestra de ceremonias junto a Josemi Carmona, a Tomatito con la Sinfónica de Navarra en el Concierto de Aranjuez, a Israel Fernández presentando con Joni Jiménez y Carlos de Jacoba su Pastora Universal en el Tres Reyes, a los hermanos Ekhi y Urko Ocaña en el balcón de La Perla, a Sandra Gallardo con su Flash Mob en la Plaza del Ayuntamiento, a Alba Heredia con Mikel Belascoain, a Eva La Yerbabuena al frente de su compañía, los aromas jerezanos de Gema Moneo o a Estrella Morente, ya un clásico del festival navarro. Y cuando llegamos se ha vuelto ya a su tierra Tim Ries, el saxofonista de los Rolling traído por Dorantes con su espectáculo.

Pero -y a esto íbamos- también hubiésemos querido deslizarnos sobre la alfombra roja del preestreno de ARTE Flamenco, on fire, la nueva película de Joaquín Calderón, seleccionada ya para el Montreal World Film Festival y el Seattle Latin Film Festival, en cuyo reparto es un honor y una alegría figurar junto a Manuela Carrasco, Remedios Amaya, Pepe Habichuela, Salomé Pavón, José Maya, Antonio Canales, Ricardo Hernández, Estrella Morente, Josemi Carmona, Farruquito, Javier Colina, Jorge Pardo y tantos otros. Si esta película, laboriosamente rodada durante cinco años, se inspira en las peripecias y los bustos pululantes por este festival, a este segundo toque cinéfilo que enlaza con lo de Calatayud al volante viene, además, a sumarse el éxito como director de fotografía y en una película de espionaje –Esvásticas en el sur– del retratista oficial del festival: Javier Fergo.

Nos hemos perdido, decíamos, un montón de cosas, sí, y de calidad, pero… ¡Hay que asumirlo! ¿O no es el sprint lo decisivo? Eso aprendí en mi adolescencia de Príncipe Duero, el gran caballo de la Cuadra Corellana que, casi siempre con Paulino García manejando la fusta, daba por norma la sorpresa en la recta final entrando en meta cuatro cuerpos por delante de los demás.

Lo primero, y aunque la hora sea ya avanzada, es ir a rendir homenaje a los suculentos callos y al cochinillo y al guiso de cordero en casa de los Muñoz, es decir, en Casa Sabicas. A tiro de piedra, en la Plaza del Ayuntamiento, agita acariciada por violín y guitarra su bata de cola Alba Heredia -sílfide diríamos que llamada a protagonizar grandes lances teatrales- en su propuesta con Mikel Belascoain. De vuelta al hotel, un trébol de cuatro hojas o encuentro providencial: me saluda Jokin Elarre, campanero de la Catedral, que asiste siempre a nuestras conferencias. Al estrechar su mano me viene a la cabeza una idea de la que, Dios mediante, ya tendrán noticias…

Cae la noche y en el Tres Reyes actúa con todo el papel vendido Guadiana, que viene de veranear en Marbella. Destetado en el cante siendo muy joven y cuando aún brillaba la Edad de Oro de los tablaos madrileños, es voz cantante de una ilustre dinastía extremeña a la que toca cada nada de tiempo la lotería y a la que mucho debemos en lo que a la configuración del sonido canónico flamenco se refiere, pues los acentos propios de su casa han sido y siguen siendo muy emulados.

Raro es el recital suyo en que no escuchemos un palo poco visitado o en que no busque dejar siempre el paladeo del destello personal en los pasajes clásicos. Tanto por cantes de Levante -hilados con talante luctuoso y penitencial además de con sumo gusto- como en sus modélicos y calientes jaleos, brilla en esta velada su cante bien horneado, sin incongruencias y que siempre sabe a soleá. El triunfo es rotundo. Aficionados de Lebrija se han desplazado hasta Pamplona para escucharle junto a un Carlos de Jacoba ya presente a su izquierda en anteriores compromisos y que días atrás ha triunfado sobre este mismo escenario inspirando el cante de Israel Fernández. A Carlos le suena la guitarra con la solera que distinguiría al burladero de la Maestranza o a la cubierta de un galeón filibustero dotados de afinación. Una guitarra de las que vienen cargando la suerte y templando mucho, en fin. Redondean la brillantez de ambos Los Mellis, onubenses que, como artistas de apoyo en coros y palmas, se han hecho un sitio propio y a los que mañana espera el balcón de la calle de la Mañueta. Y la gente, ya entregada, termina de romperse en un ígneo fin de fiesta al que se incorporan Tomatito, Piraña, Kiki Cortiñas, Paquete

Mañana… ¡más!

Foto de Paco Manzano.



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