Como su aparición junto a su hermana Carmela en el mercado discográfico de los 70 supuso la delimitación no sólo en el planeta flamenco, sino también en la música popular española, de un antes y un después aún no acabado, la de Tina es un alma que yo creo que, aunque avecindada en parajes edénicos, continúa de algún modo paseando su aura por Lavapiés, el Rastro o ese Barrio de las Letras cuyo corazón es la Plaza de Santa Ana, por cuyos bancos, parterres y callejuelas sigue llevando al hombro el tesoro de su cante. Por Tirso de Molina la vi muchas veces portando esa bolsa del filón, el cofre con la aurífera veta. Unas veces, con ojos melancólicos. Otras, con la desafiante mirada de una Gran Duquesa Anastasia resignada a su sino… Pero siempre segura de lo que tenía.
Su hija, Saray Muñoz, que ha recorrido el mundo como cantaora del Ballet Nacional y heredado de ella un eco cristalino y de límpidos acentos, ha querido recordarla celebrando una gala en su memoria en el Shoko de esa calle Toledo tan castiza y tan gitana, en una velada que deviene mucho más que una celebración a la diosa Nostalgia por, ante todo, patentizar la absoluta vigencia de la música de Las Grecas, a cuyo repertorio se ciñe en todo momento y para deleite del público que llena la sala.
Otra hija de Tina, Tamara, la acompaña en un tema, uniéndose así al magnífico plantel de invitados: el cuasi imprescindible Jorge Pardo, un Farruquito a sólo horas de poner boca abajo el Café Berlín, Tomasito con su carisma, la Mayte Maya que destacara en La Voz, las inconfundibles Negris, Sara Vega, Farru con su prestancia bailaora, un Rafael Amargo siempre presto al paso al frente cuando de ayudar o recordar a un compañero se trata o Manuel Malú, que interpretó el oportunísimo Vuelvo a casa de Los Chorbos, producidos -como Tina y Carmela- por José Luis de Carlos y protagonistas junto a ellas de aquella explosión bautizada como Sonido Cañorroto… Atrás, una compenetradísima y brillante formación de músicos: Bandolero, el Juan Maya compañero de batallas de Raimundo Amador y Estopa, José María Cortina, Maca… Una velada de marcado tono vintage, pero que también puede ser la de despegue de una artista por descubrir.
Su madre, desde luego, despegó el cierre a muchas cosas, como prueba la influencia por ella ejercida incluso sobre cantaores de flamenco tradicional. De hecho, Las Grecas no sólo debutaron en un tablao –Los Canasteros de Manolo Caracol, pasando luego a otro, Caripén– sino que, como recordara Paco de Lucía: “Fueron importantes, marcaron un estilo. Tina me entusiasmaba, y muchos de los artistas que cantan hoy… Camarón, concretamente, copió mucho de Las Grecas. Tina era una cantaora flamenca, pero por circunstancias hizo un género comercial. Pero se puede ser comercial y ser puro”.
Como era de esperar, la saga sigue y habrá que estar, en este Barrio de las Letras, pendientes de los frutos que dé. El paladar, a buen seguro, agradecerá su brote.
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