Se abre telón, y entre una luz tenue, se vislumbra la silueta mayestática de Manuela Carrasco en el centro del escenario, envuelta en un maravilloso mantón cigarrero y un hermoso vestido granate. Comienzan a sonar las guitarras y sale al escenario Miguel El Rubio para cantarle por tarantos. Al fondo del escenario a la derecha, tres pantallas verticales donde se podía ver una imagen en movimiento, TIERRA cayendo sobre la piedra dulcemente, como si de agua fresca se tratara.
Ese fue el comienzo del espectáculo “Manuela Carrasco En Concierto”, el sábado 17 de junio en la sala verde de los teatros del Canal.
Si digo que bailaba la diosa del baile, Manuela Carrasco, y le cantaba el maestro Miguel El Rubio, creo que podéis imaginar el arte, el compás y el sentido flamenco del baile por tarantos. Además de que le acompañaban a las guitarras Joaquín Amador y Paco Cortés, y las voces y palmas de Samara Amador Carrasco, Antonio Ingueta y Ezequiel Montoya.
La escena acaba con El Rubio y La Carrasco caminando juntos, muy despacio hacia el lateral derecho hasta desaparecer lentamente de nuestra vista.
Cambia la iluminación y la imagen de las pantallas.
Ahora podemos ver AGUA. Y suena fresca y vibrante la guitarra de Paco Cortés por fandangos. Pudimos escuchar a El Ingueta dos fandangazos con ese estilo tan personal de su saga, tan genuino y flamenco. Y otros dos fandangos a Ezequiel Montoya, joven cantaor, descendiente de grandes artistas flamencos como Martín Revuelo o el mismo Farruco.
Y de nuevo a escena Manuela Carrasco, con un vestido rojo pasión, como el FUEGO que aparecía en la pantallas. Compás por bulerías y teatro desecho en oles y aplausos ante el temperamento, la personalidad y el saber, de esta gran maestra del baile.
Terminado el baile por bulerías, Manuela se va a camerinos a cambiarse y comienza la guitarra de Paco Cortés a sonar por tientos para acompañar a Samara Carrasco, que se acercó hasta los medios del escenario para cantarnos y bailarnos con mucho arte por tangos, con el elemento AIRE proyectado en las pantallas. Suenan las guitarras por soleá, y de nuevo Miguel El Rubio sale a escena y canta llamando con su cante a Manuela Carrasco, que sale vestida de negro, y se dirige hacia El Rubio para bailarle de nuevo con ese empaque y formas clásicas que guardan los grandes maestros. El señorío, el conocimiento, la flamencura y el compás viven en ella. Y ya con las pantallas en blanco, pudimos sentir los cuatro elementos en el escenario. Pues Manuela Carrasco es la tierra, porque su baile está amarrado al suelo. Es agua, porque tiene un gran caudal y fluye como su río trianero. Es aire del sur eterno, brisa de mar y aliento para los flamencos. Y es fuego y fragua donde se funde el bronce de su gitanería.
Una noche para guardar en nuestra memoria flamenca. Sus desplantes, la complicidad con su marido Joaquín Amador, creador de la música del espectáculo; su amor palpable por el baile, su honradez en escena. Su fuerza, su pureza y humildad, siendo tan grande…
El público la despide puesto en pie con una enorme y larga ovación, y hace que todos tengan que improvisar un bonito fin de fiesta por bulerías antes de que cayera el telón para poner fin a la noche.
Texto de Rocío Díaz.
Fotos de archivo cedidas por Paco Manzano.
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