Fuente de Cantos. Nueve de la noche… Esparce ya el viento aromas de Semana Santa y, tras saborear en el Quinito -regada con un tempranillo Viñapueblo– la rosada rellena de salmón, emprendemos camino hacia la peña flamenca de la calle de la Esperanza. ¡Hay que digerir el fiasco de que Canal Extremadura no haya emitido hoy, como erróneamente esperábamos, El “Niño de las Monjas”! Era, sí, nuestra oportunidad de ver torear a Luis Gómez El Estudiante… Aunque acaso se tratara de la versión azteca, esa en que nos entusiasma el sensacional galleo con la muleta de Luis Procuna. En fin… ¡Resignémonos, afición! Un golpe bajo más que hemos de encajar…
Hoy, canta Alejandro Vega en Talavera La Real. Ayer lo hizo Israel Fernández en La Haba. Salomé Pavón subirá pronto al escenario en Jerez de los Caballeros, como Eduardo Hidalgo -reciente ganador del Certamen Mayorga en Plasencia- en El Curujo de Los Santos de Maimona… Y esta noche, citado por la afición, a pocas horas de haberse inaugurado el Año Nuevo persa y de que salga El Cautivo del templo de Nuestra Señora de la Granada, llega aquí Samuel Serrano. Hay unas pocas voces de nueva hornada a las que, por una u otra razón, no hemos tenido aún oportunidad de escuchar. Es, por ejemplo, el caso de Agujetas Chico, de quien todo el mundo -o todo el mundo coincidente en criterios con nosotros- nos habla muy bien. El cante de Samuel Serrano, en cambio, sí lo escuchamos hace un par de años en Madrid, en una cumbre de jóvenes talentos en la que intervino asimismo Alba Heredia, a quien veníamos de ver triunfar a lo grande en Flamenco On Fire de Pamplona, y sus maneras cantaoras nos agradaron soberanamente.
Hay lleno en la peña para tomar el pulso a sus valías junto a la guitarra de Francis Pinto. Vemos a Manolo Cotano, ejemplar ciudadano que sale un momento a mover el coche, mal aparcado, y, a la vuelta, se sumerge en una negociación por la compra de un borrego para San Isidro. A Juan Ramírez, músico, hombre de letras y jugador de buen ganar y mejor perder. A Narciso, a Mati, a Isabel, a Genaro… Cuelgan de los percheros varias capas de abrigos, echarpes y bufandas, de los que se ha echado mano para resistir la helada que muge en el exterior. Presentan el querido amigo Luis Molina y un Paco Zambrano en valiente pugna con el destino.
Abren la noche ecos fragüeros, ya que –Agujetas por línea materna- Samuel Serrano es cantaor cincelado con maneras de estirpe e influido, pues, por la herencia de Manuel Torre, continuada -además de por sus familiares- también por ecos como el de Chocolate. Los acentos de un Rancapino o un Rubichi son asimismo perceptibles en su hacer, dominado por los acentos añejos de su metal. Y es que en el flamenco no se puede esperar a cumplir los noventa para sonar añejo. Quien no suena añejo a los veintitrés que tiene Samuel Serrano, ya no lo sonará ni a los noventa, ni a los cien. Cascado, sí. Pero no añejo, que es otra cosa.
También en las preferencias estilísticas -tonás, fandangos, siguiriyas…- y en su redondeo recuerda a los suyos, que nunca, salvo por compromiso y un poco a modo de forzado trámite, frecuentaron palos como la bulería o las alegrías. Con los ojos cerrados, que siempre nos parecen en el cantaor hermanos de los ojos vacíos de las estatuas que profetizaban en los templos del mundo antiguo, logra por siguiriyas y malagueña momentos de solemnidad que sin duda calientan el alma, además de a nosotros, a la talla de San Roque alojada en la cercana iglesia.
Acaba entre encendidos aplausos la velada y el presidente de la peña de Bienvenida se acerca a Serrano y Pinto para formalizar una próxima actuación suya allí. ¡Se hace camino al andar! Ahora, nosotros, a subir la cuesta de regreso plantando cara a la helada… ¡San Roque y la llama del cante y la guitarra nos suministran el arrojo! ¡Adelante!
Foto cedida por Manuel González Tornos
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