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Manuel de la Tomasa: La Naturalidad de un Eco

Se aguardaba con expectación la comparecencia en la peña de Fuente de Cantos de Manuel de la Tomasa, por cuanto su abuelo José debutó como cantaor precisamente aquí cuando, en 1972, organizaron los socios fundadores el primer festival flamenco celebrado en Extremadura. También el abuelo -entonces anunciado con el nombre artístico provisional de El Claudillo– quería que el nieto, que acaba de pasar con éxito por el festival Flamenco Madrid, hiciera el paseíllo en esta plaza, a la que es muy posible que -si las cosas cuadran- regresen juntos en el otoño.

Luciendo corbata del Betis, el coronel Tanito, gran bohemio y veterano del Tercio, es de los primeros aficionados en personarse esta noche en la antigua bodega, donde un pequeño escenario ocupa hoy el sitio del lagar. Luis Molina, presidente de la peña y erudito en lo que a romanos, celtas y tartesios se refiere, tiende a llamarle Tanitus por percibir en él inequívocas maneras consulares. Cuando llega, me está hablando Luis del tesoro del carambolo y de los ochocientos kilos de oro en monedas romanas descubiertos hace poco cerca de Sevilla. También, de los restos del castro celta distantes del pueblo unos seis kilómetros, y de cómo el herrero enterró a la puerta de su casa las herramientas de trabajo pensando en recuperarlas cuando se fueran los romanos… que siguen aquí. Van poco a poco haciéndose presentes los afiliados, algunos felices tras su reciente crucero por los países bálticos y Rusia, donde admiraron los lienzos de Zurbarán colgados en el Hermitage y de donde Juan Ramirez, hombre de letras, ha tenido el detalle de traerme una matrioshka adquirida a orillas del Neva.

Segunda cervecita preliminar, y sigue afluyendo gente: los Cotano, Manolo González, Genaro, Juan Panea e Isabel Pizarro… Por fin, ya metidos en faena, Luis Molina y Paco Zambrano evocan los ancestros cantaores del debutante – tataranieto de Pepe Torre, hermano a su vez del gran Manuel- presentando la que va a ser una redondísima velada en la que un Manuel de la Tomasa aún poco placeado, pero con las ideas muy claras y un repertorio clásico asumido y asentado con solidez, deleita a la concurrencia con su hacer melodioso, sereno y acentuado con destellos personales por taranto, siguiriyas y soleá, que es la mater o matrioshka del cante. Convence a todos, pues es la suya una lidia inteligente y medida en la que sostiene de principio a fin el tono en el empeño de reencontrar el secreto del herrero, las inspiraciones que permiten tanto el diluido como la fijación de los metales según las fórmulas precélticas -por védicas- de Manuel Torre y Joaquín Lacherna.

Una de sus principales armas es, desde luego, la naturalidad de su cante. Es decir: canta con su voz -nada más que con la suya- en unos tiempos en que, para nuestra relativa sorpresa, por doquier se alaba a cantaores con acné o casi niños por su imitación de registros laríngeos, tesituras y coloridos -falsete, se llama eso- pertenecientes a otros. Nunca me ha cuadrado, en fin, que un adolescente con voz aflautada abra la boca para calcar los quejidos del Tío Borrico, porque cantar como un viejo -cosa siempre loable en el flamenco- no es lo mismo que cantar con voz de viejo, es decir, impostada… No es este el caso del muy joven Manuel, cuya elegancia -asimismo desenvuelta por natural- aporta mucho al gustoso perfilado de las figuras rítmicas con que suscita los olés.

En lo que al sentimiento concierne, y además de la enjundiosa pincelada bailaora de Salomé Pavón, brotan esta noche templadísimas y hondas falsetas -recordando a Arturo Pavón y a Diego del Gastor por siguiriyas y bulerías- de los dedos del chiclanero Nono Reyes, hijo de un cantaor cuajado y pujante -Antonio Reyes- y que forma eficaz y distinguido dúo artístico con la voz de la velada. Es de esperar que, en el futuro próximo, escuchemos juntos a ambos en muchos más escenarios. Quizá, como apuntábamos y dado el incontestable buen sabor de boca dejado, aquí mismo y a la caída de las hojas. ¡Aquí estaremos para contárselo, de ser así!

Fotos cedidas por Manuel González Tornos.



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