¡De luces llega el otoño vestido a Fuente de Cantos! Subo ya de noche por la calle Guadalcanal, por lo general más bien oscura, si bien no tenebrosa como las del Madrid de Alatriste o Emilio Carrere, y me la encuentro potentemente iluminada. ¡Es el ayuntamiento, que lucha sin descanso contra las tinieblas! Ya en casa, echo un vistazo al periódico de ayer y, coincidiendo con la dedicatoria por la serie El Caso de un capítulo al ovni de Aluche, el de 1966, me entero de que desde hace días no cesan de verse extrañas luces haciendo inverosímiles piruetas sobre el fondo del cielo nocturno onubense. ¡Vuelven los platillos volantes, me confirma Alfonso Fernández-Sesma, al tanto siempre de estos asuntos! Y, con el Otoño Flamenco, que alcanza ya su XVIIª edición, arriban también a Fuente de Cantos las luces del arte hondo, que Paco Zambrano y todo el equipo de la peña -la más antigua de Extremadura- se esfuerzan por mantener encendidas.
Este año se erige el baile en protagonista principal del evento, dividido en cuatro veladas, y va por ello dedicado a un nombre emblemático del mismo: Cristina Hoyos, partenaire de Gades en El Amor Brujo y las Bodas de sangre sabiamente conducidas por Carlos Saura y de cuyo ballet tanta buena cantera ha salido. Las primeras luces flamencas llegan en la noche inaugural con la bailaora Fuensanta Blanco, quien -con Daniel Bonilla al toque y el cante de Marta Tovar y Miguel Pérez- abre plaza amorbrujeando y toreando por delantales a lo Chicuelo, suerte que poco se ve. Gusta mucho a la concurrencia esta bailaora, presentada -con mascarilla, igual que con ella puesta hicieron el otro día los alguacilillos el paseíllo en Mérida- por Paco Zambrano y Antonio Pérez.
Con la segunda velada da comienzo propiamente el Otoño. Temíamos que el anuncio hoy mismo del retorno de Badajoz capital a la fase 2 dejara en tierra a Peregrino y Alejandro Vega, pero, por fortuna y sin necesidad de romper ningún cerco, los dos colosos de la Plaza Alta llegan hasta el teatro sin contratiempos a bordo de la magnífica furgoneta del segundo. Seguimos con las mascarillas, por más que el verdadero protector del pueblo esté siendo San Roque, patrón de Fuente de Cantos y, como las estadísticas vienen demostrando, eficacísimo muro de contención frente a las pandemias. Predominan hoy las coberturas de nariz a barbilla con la bandera extremeña, lo que otorga al evento un toque entre mitin de Arafat y asamblea afghana, pues sus colores son los mismos que los de la enseña palestina y la de la Alianza del Norte del llorado comandante Ahmed Shah Masud, El León del Pandjshir.
Llegan las primeras luces hondas de la noche de la mano de las vibrantes tonás de Mara Alegre, que -antes de pasar a ser acompañada por Domingo Díaz, único artista que ha intervenido en todas las ediciones del Otoño– hace casi resquebrajarse los cimientos del teatro. ¡Primera vez que escuchamos cantar con micrófono por toná, palo que suele pelearse al aire! Llegan las del dulce y airoso cante por Cádiz de Nuria Clavería, sensacionalmente secundada por la flauta de Ostalinda Suárez. Llegan las de la soleá de Charamusco a caballo del metal por norma hirviente de Paulo Molina y sobre la alfombra trenzada por las guitarras de Juan Vargas y Manolín García. Llegan -lunares blancos sobre fondo rojo- las del siempre impactante baile por jaleos y tangos de El Peregrino con sus desplantes de ahí queda eso. Atrás, no sólo -pues- al volante, el sabor y la esencia en el quejido de Alejandro Vega. Llegan -hoy más por Tomás y Pastora que caracoleando- las alumbradas por Salomé Pavón con un estremecedor cante por siguiriyas iniciadas por Frasco El Colorao y punzadas a la guitarra por un Manolín García que deja caer aquí detalles muy personales, siguiendo la lumbrarada por cantiñas y bulerías también de gran factura. Llegan por soleá las de Carmen La Parreña, con su danzar siempre bien asentado sobre la tierra y sus remates de fuerte clasicismo flamenco. Y, por fin, las de la sapiencia por malagueña, tientos y siguiriyas de Pedro Cintas, voz con muchos partidarios en Extremadura cuyo cante, firme y sin desmayo, es sostenido con flamenquísimos fraseos por la sonanta de Juan Vargas.
Quedan aún dos carteles, en el último de las cuales disfrutaremos de la presencia de Cristina Hoyos y en los que intervendrán voces de la tierra tan acreditadas como Esther Merino y Celia Romero, presentará su disco José Moreno El Cano con Juan Manuel Moreno a la guitarra, sonarán las voces de Fefo y Pajares o el toque de Javier Conde, Joaquín Muñino, Francis Pinto, José Ángel Castilla y de la viola de Rosa Escobar. Y el baile, claro, de Zaira Santos y el destacado discípulo de Cristina Hoyos que es Jesús Ortega. Las luces, pues, siguen encendidas, aunque, como me recuerda a la salida Julio Panea:
-¡Hay un palo que tiene todo el mundo echado en el olvido! ¡Ya nadie canta por serrana!
¡La serrana! Criada, decía José Carlos de Luna, a los pechos de la caña… ¡Todo se andará, Julio!
No Responses to “Las Luces del Otoño”