“La Homilía”

Si camino de Casa Patas iba leyendo sobre el limbo y su cierre por la Iglesia hace ahora diez años, vuelvo a mi casa escribiendo sobre lo que he vivido esta noche en La Peña Paco Del Pozo, situada en el Café Silvero de tan insigne tablao madrileño, la cual se ha llenado completamente esta noche.
Cuando voy a ver un recital de flamenco, voy sin prejuicios, con la intención de disfrutar, de aprender, de sentir. Esta noche sabía que tenía asegurado el encontrarme más que a gusto, pues iba a compartir con aficionados amigos míos y reencontrarme con Antonio Carrión, al que hacía tiempo que no veía y al que tengo gran admiración y cariño.
No conocía al niño cantaor, gitanito de La Puebla de Cazalla del que tenía pocas referencias. José “El Boleco”, de apenas 15 años.
Era su primera actuación en Madrid capital, y al aparecer en el pequeño escenario, parecía nervioso por la responsabilidad que conllevaba dicha misión, pero en cuanto se sentó y se templó con la sonanta del maestro, desapareció cualquier viso de miedo escénico.
Pepito, como le dicen sus allegados, empezó cantando por malagueñas, siguió con la caña, tientos y soleá con la que acabó la primera parte. Cada uno de los cantes expresados con verdad, con transcendencia, casi con misterio divino.


Los congregados, entre los que había adolescentes, cosa que me ha emocionado, nos entregamos a la palabra cantada de El Boleco. No sé si él por su corta edad puede saber su capacidad de transmisión, su poder de captación hacia su mensaje, que aunque aún está por pulir, es puro y claro como el rocío.
Antonio Carrión, le ha servido de fuente y canal para ofrecernos su discurso; qué bien toca el Maestro, y como cuida y apoya a los cantaores, y en especial a uno tan joven y con tanta afición. En todo momento estuvo pendiente de él, adornando sus tercios con preciosos dibujos, introduciéndolo en las esencias de los cantes. Antonio, transmite y emociona en su falsetas, pues rebosan corazón y flamencura.
El Boleco reaparece en la segunda parte y nos hace una ofrenda con soleá por bulerías, tangos, Siguiriyas, bulerías y fandangos. Las Siguiriyas las ha cantado con un dolor y sentimiento que parecía venir de más allá de sus entrañas, haciendo que el público se deshiciera oles.
El flamenco es parte de mi credo, mi religión. Y aunque a veces pueda decaer en mis creencias, esta noche gracias a “La Homilía” sincera de este jovencísimo cantaor, me he reafirmado en mi Fe.

Texto Rocío Díaz.

Fotos de Jimmy Brody.



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