Septiembre llegó. El mes del regreso a la rutina, de los últimos flecos de verano, mes de reencuentros y encuentros, de despedidas y bienvenidas, mes de idas y de venidas. Madrid otra vez lleno, lleno de nostalgia de los que acaban vacaciones y lleno de ganas de volver a empezar y, de repente el Berlín, en el centro de la ciudad, para acoger sus noches llenándolas de ecos, de rajo y de sensaciones indescriptibles: sencillamente, La Fabi.
Nada más llegar a la puerta, sensación de calor, los jóvenes flamencos dispuestos a beber de una fuente inagotable de inspiración. David de Jacoba, Israel Fernández, Rapico, Joni Jiménez y un montón más de caras conocidas como Antonio Carmona que eligieron este recital entre todas las opciones nocturnas de la capital.
Bonita elección, desde luego, pues esta artista es de esas voces que te pegan en lo más profundo. Cantaora de rompe y rasga, utiliza la garganta para transmitir su alma. Tengo la impresión de que el sábado salieron de sus entrañas todas las ilusiones que lleva su vientre. El amor al hijo que va a llegar es inspiración de cualquier gestante y la energía y visceralidad de la que una mujer se llena cuando está sujeta a su bebé por un cordón umbilical, se plantó en el escenario como si por medio de este mismo estuviera sujeta a sus tablas.
Rodeada de un elenco fascinado, con Paco Heredia como su acompañante a las cuerdas, y las palmas de Zambullo, Rapico y Rubén Romero, por allí subieron Bandolero, Paquete y Paquete hijo para sumar.
Un público entusiasmado con cada quejío, aplaudiendo cada cierre de la artista como si del último se tratase, recordando a Camarón en múltiples momentos, gustó muchísimo en los Jaleos y Tangos, y aunque el éxtasis del respetable fue en la bulerías con La Fabi puesta en pie y cantando al natural, fuera ya de micro, para mí en la Seguiriya la emoción fue rotunda.
Lo dicho, el Cante de la Fabi es alma, entrañas y cordón umbilical que nos ata al Flamenco de una forma tan primitiva y tan salvaje que resulta un imposible desengancharse de él.
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