Uno de los mejores lugares para escuchar Flamenco actualmente en Madrid, es sin duda, la Casa de Andalucía de Rivas. Lugar destinado a la divulgación continua de la cultura a través de diferentes expresiones artísticas como la pintura, literatura, las conferencias, los diferentes talleres y por supuesto, el Cante, el Baile y el Toque.
En esta ocasión pudimos disfrutar de una noche de buen cante de La Isla, la de San Fernando, la tierra de procedencia del genio, de Camarón. Y es que vino a dar un recital Jesús Castilla, cantaor de la misma raíz, muy reconocido en diferentes concursos de Cante y muy reconocido en su tierra natal.
Jesús trajo consigo aires de Cádiz. Como Elvira López Hidalgo comentó al presentarlo, qué importante es en el Flamenco la tierra donde uno nace, cómo marca y cómo se distinguen las peculiaridades de un lugar u otro.
Empezó el recital por tonás, martinetes integrados en el nuevo disco de Jesús, “La Voz de mi Alma”. Y para reafirmar lo comentado anteriormente, alegrías.
Los fandangos de Huelva, especialmente bien tocados, por cierto, el acompañamiento fue el de José Manuel Chamero, guitarrista oficial de esta casa andaluza, que bordó su labor a base de técnica y lo más importante, de flamencura, es normal debido a su gran afición y amor por el cante.
De hecho era la primera vez que se acompañaban el uno al otro y no lo empastaron nada mal. Hubo rápidamente complicidad y desde la primera fila podíamos observar como Jesús iba haciéndole señales a Chamero cuando necesitaba tonos más bajos o menor velocidad en las cuerdas y la rápida reacción de éste.
La soleá muy bien templada, cogiéndose la chaqueta en un puño, el puño contrario al del tatuaje de Camarón, que el cantaor también tiene, en homenaje a éste, suponemos.
Descanso y vuelta de Chamero en solitario por alegrías, para dar la bienvenida de nuevo al escenario al cantaor que se tiró por seguiriyas, dejándose doler.
Cejilla al 6 y de nuevo fandangos, en pie y fuera de micro, para terminar de demostrar su capacidad. Jesús bebe de las fuentes de Camarón, del Chato, de la Isla y se nota en sus giros, en sus requiebros y en sus quejíos.
El final por bulerías, con guiño a Pansequito pero Jesús supo llevarlo a su terreno; y también alguna copla como “Limosna de Amores” bien traída a este palo.
La sorpresa, su hija Coral, de tan solo 13 años que remató el concierto cantando y bailando más bulerías, por el Torta entre otros, no está mal enseñada.
En definitiva, un placer haber asistido y seguir disfrutando del buen Flamenco en un ambiente tan íntimo y adecuado a las circunstancias. Os dejamos por soleá.
Foto de Carmen Fernández – Enríquez.
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