El salón de baile Isabel II del Teatro Real fue durante unas horas un reflejo del Sacromonte granadino. Y lo digo con conocimiento de causa, al haber pasado varios años de mi vida allí.

Sobre las tablas, la fuerza y elegancia del baile de Iván Vargas, la miel de la guitarra de Luis Mariano, el cante gitano de Joni Cortés y el soniquete de Miguel Rodríguez “El Cheyenne”. Como artista invitado, Kiki Morente.

Comenzó Kiki por cantes de levante acordándose de su padre en cada melisma de su voz, seguido de unos tarantos de Iván rematados con unos tangos muy pastueños y con mucho sabor. Seguidamente, un solo de guitarra de Luis Mariano que arrancó oles del público y lo puso en pie al transportarnos al camino del monte y a la Alhambra con su toque por granaínas.

A partir de ahí se acordó de su familia, los Maya, bailando por farruca y por alegrías. ¡Qué orgullo han de sentir tus tíos Manolete y Mario Maya cuando te ven! El uno desde la tierra y el otro desde el cielo. Pero Iván, tus maestros pueden estar satisfechos ya que conservas sus líneas y muchos de sus pasos aportando tu sello personal, tu fuerza sacromontana de haber bailado horas y horas en la Cueva de la Rocío; conservas también su saber hacer, el cuidar hasta el último detalle del vestuario siempre elegante y muy flamenco; su disciplina y perseverancia; su curiosidad por aprender y su generosidad y humildad al compartir el arte.

La farruca fue un diálogo perfecto entre tu baile y la guitarra. La salida desde la silla…, espectacular, con Joni y el Cheyenne detrás haciendo compás por bulerías a una velocidad vertiginosa y tú zapateando sentado.

Nos diste las gracias al terminar el espectáculo por el lleno del teatro a pesar de las circunstancias sanitarias, pero las gracias te las doy yo a ti, en nombre del público madrileño, por habernos traído un cachito de tu Graná y habernos brindado tu corazón, pues, tal como dijiste al despedirte: “el corazón es el almacén de los sentimientos”.

Fotos de Juanlu Vela cedidas por Flamenco Real.