Disfrutamos del mediodía en el vestíbulo del Hotel Rural La Fábrica de Fuente de Cantos empezando a leer Por el Himalaya, el recuerdo de los viajes de Francis Younghusband por Asia Central, Kharakhorum y el Pamir que ha recuperado la editorial La Línea del Horizonte, y el sol primaveral empieza a mostrar asomos de meter los riñones en el caballo cuando el botones, por encargo del cartero, nos trae Universo Pastora, el disco que ha inspirado a Israel Fernández la figura de La Niña de los Peines.

Esto no sucede todos los días, así que nos ponemos raudos a escucharlo, pues Pastora fue para el flamenco un poco lo que durante décadas Lata Mangeshkar, esa voz azucarada y lánguida, de tesitura privilegiada, riquísima en matices cromáticos y con una naturalidad para bordar los cambios y serpeos de más difícil ejecución, ha sido para el ghazal y la canción popular india. Fue la primera diva y algo así como la Greta Garbo de la escena honda, aunque su perfil esfíngeo recordara más al de Om Khalsoum que al de la estrella nórdica y los fotógrafos no estuvieran con ella tan pendientes de la iluminación, que sí que bordó Romero de Torres cuando la retrató.

Su estatua en la Alameda de Hércules habrá sonreído complacida, pues Israel Fernández es quizá -y sin quizá- uno de los cantaores jóvenes mejor equipados para romper en esto, dueño de un cante denotador de que ha bebido de los ecos de Antonio El Rubio y su casa, de Manolo Caracol, de Valderrama, evidentemente Pastora, Camarón, Porrina… referentes y patrones en los que se apoya para construir un cante tan bravo como perlado de delicadezas, en el que juega con el compás y sostiene los tercios con fulgores soberanamente macerados, regalándonos un disco sobre todo muy fiel al espíritu de la hija del Paíti, quen siempre sintiera el cante como paleta de sueños que ni pintados para el pincel gitano.

Cada corte de este disco lanzado por Universal Music -segundo del cantaor con la misma casa, buena señal- es pieza para ser saboreada muchas veces. Lo mismo la soleá por bulerías en homenaje a Tomás Pavón que su fantasía por siguiriyas para baile, los fandangos o unos gitanísimos tangos con resonancias a los Rubios cuya escucha, por ser el primer tema del álbum, suponen ya una inmejorable carta de presentación a propósito del sonido tan genuino y el sabor tan añejo dominantes en todo el índice.

Si este viene además aderezado con la percusión siempre de oro puro de Piraña y la guitarra de Carlos de Jacoba, que está cuajando en uno de los tañedores emblemáticos de nuestra época, mejor que mejor. Piraña es la sencillez tornada milagrosamente abundancia, y los rasgueados y fraseos de Carlos de Jacoba dejan inmejorablemente colocado en suerte al burel del cante. Subráyense, además, las colaboraciones aportadas por otros notabilísimos artistas: Sara Baras, toda una figura del baile, en la bulería; Joni Jiménez, uno de los guitarristas en ascenso de más interesante perfil y más sugerentes acentos, en la taranta; Juan Carmona Camborio, que deja por granaína detalles exquisitos con la mandolina y el laúd; y Jesús de Rosario, tan entonado como en él es norma en la soleá por bulerías…

Emocionan los giros preciosistas y preciosos con que aliña Israel Fernández los remates de la soleá, cómo la pelea, la autenticidad con que aborda el fandango, la templanza de su decir con la rabia justa el cante de Levante, su limpio aire por tangos, su dominio de la bulería… Él y Jacoba estarán en agosto en el Hotel Tres Reyes de Pamplona, en el ciclo nocturno de Flamenco On Fire, así que allí tendremos ocasión de tomar el pulso en riguroso y, a buen seguro, apasionante directo a esta propuesta discográfica, una de las que más apetencias sentíamos por escuchar. Así que, desde la Navarra de que tan a menudo se acordara en su cante la gran Pastora, les contaremos. ¡No lo duden!