Fotografía y flamenco. Dos lenguajes, dos maneras de expresar, dos artes que sólo unos pocos genios combinan con maestría. No están acostumbrados a ser ellos los protagonistas, pero ayer se subieron al escenario donde suelen apuntar con su cámara para charlar de lo que más saben.

Esta vez fue en Las Tablas (Círculo Flamenco de Madrid). No estaban todos los que son, pero sí son todos los que estaban. Presentando la charla, Rafa Manjavacas, director de la web deflamenco.com. Y junto a él, los protagonistas, los fotógrafos.

Pepe Lamarca, el más veterano, toda una institución, tiene mucho que contar. Vino a España en los años 70 de su Argentina natal de la mano de Antonio Gades. En Casa Gades, punto de encuentro en aquella época de artistas y personajes de todos los ámbitos sociales, conoció a Paco de Lucía y a Camarón. Y así empezó su relación con el flamenco y con las portadas de discos. Dice que le atrajo la elegancia y el empaque de los gitanos, y que le impresionó la tragedia que había en ellos. Para él la virtud del fotógrafo consiste en desaparecer, en alejarse, en ser “el hombre invisible”. Al mismo tiempo, le gustan los retratos, estudiar despacio la luz, el gesto, las manos que dicen tanto, buscar siempre el lado bueno del artista, “que se vea guapo”.

Diego Gallardo, embajador de la Extremadura más flamenca, y creador de la firma “Flamencuras”, sigue viviendo la fotografía flamenca como un hobbie. Un día decidió unir su trabajo como fotógrafo con su pasión por el flamenco, y aquí está. Habla con humildad, a pesar de su reconocido mérito. Es el más joven del escenario. Por eso quizá es el único que sólo trabaja en digital. Dice que retoca poco, que le gustan los primeros planos, y que a veces los gestos de desgarro no son los que más favorecen, pero sí los que más transmiten, y es que “para cantar bien hay que ponerse feo”. Habla de que hay días en que estás disfrutando del artista, encuentras tu sitio y todo fluye. En eso coincide con Martín Guerrero, patrono de la Fundación Casa Patas, que también habla de cómo influye en la fotografía final la conexión con el artista, lo que te transmite. Martín viene del mundo de la arquitectura, y destaca las diferentes exigencias que se encontró al llegar a la fotografía en el escenario. En unos años ha conseguido un archivo de gran valor de fotografías de los artistas que han ido pasando por su casa, que dirige sin dejar escapar detalle. Suele entrar en la sala discretamente, cuando ya ha sentado a todo el mundo y el concierto está en marcha, con sus dos cámaras, porque le sigue gustando la calidad del carrete, la tensión de observar atentamente para buscar el instante único del disparo.

Y qué decir de Paco Manzano. Cuarenta años de profesión. Si él no tiene una foto de un artista flamenco, es que no existe. Llegó a la fotografía de flamenco sin dejar de disparar a otros estilos musicales. También tiene a sus espaldas unas cuantas portadas de discos míticos, pero su principal seña de identidad es que le gusta captar el ambiente, el antes y el después, el público. Y que no se corta. Mientras los demás esperamos a ver si cogemos a tal o cual artista charlando, él coloca la foto de familia y les dice que sonrían. Así es Paco.

Y detrás de la cámara, como siempre, sin querer ser protagonista, otro de los promotores de todo esto, Rufo, que tendría mucho que contarnos de la fotografía flamenca también. De una conversación entre Rufo y Rafa Manjavacas surgió la idea de organizar esta fantástica charla y la exposición que próximamente reunirá una selección de 20 fotografías de 20 fotógrafos flamencos destacados. Esa tampoco podemos perdérnosla.

Fotos y texto de Carmen Fernández – Enríquez.