El pasado Domingo acudimos a pesar del calor asfixiante que gobernaba en Madrid, a una de las citas con el cante, incluidas en el festival SUMA FLAMENCA 2017. Se trataba del estreno del espectáculo “De bronce y Oro”, protagonizado por tres voces muy personales, la de Antonio Reyes, la de Duquende y la de El Capullo de Jerez, con este trío de ases, el disfrute estaba asegurado sin lugar a dudas.
El lugar, la sala roja de los teatros del canal, un espacio precioso, prácticamente lleno, salvo unas pocas butacas.
Entre el público, se podía ver a gente aficionada y a algún que otro profesional, pero también había asistentes que iban a ver por primera vez un concierto de flamenco, como “para probar de que iba eso”. Justo detrás de mí, pude comprobar como el flamenco, o mejor dicho, los flamencos que se subieron al escenario, lograron convertir al menos a un espectador totalmente neófito del cante, al que incluso, antes de empezar le hacían gracia los nombres de los artistas, en un verdadero apasionado, el cual no paraba de aplaudir efusivamente tras la finalización del espectáculo, y lo cierto es que no me extraña, porque ayer el protagonista fue ese, el Cante.
Comenzó Antonio Reyes, de pie, elegante con traje y corbata, dos focos cenitales alumbrándoles a él y a su tocaor Diego Amaya, ambos “rompiendo el hielo” y haciendo referencia a D. Manolo Caracol, cantado el Pregón del Uvero, con un público respetuoso y que poco a poco fue demostrando a los artistas su agradecimiento. Ya tenía al respetable en su mano, continuó cantando por siguiriyas, despacito, profundo, llenando el ambiente con los colores de su voz, la guitarra acompañando en su sitio, sencilla y con mucho gusto. A continuación nos regalaron una soleá y terminaron por bulerías, dedicadas éstas últimas a Carlitos, un niño muy especial para el cantaor en el día de su cumpleaños.
Gran reconocimiento del público hacia Antonio Reyes, el cual tiene una voz llena de matices, y un dominio armónico que hace fácil escucharle y perderse en el tiempo, dejando ver la raíz tan profunda que tiene y que muestra en su manera de cantar.
Tras un breve descanso, el justo para cambiar el backline y un par de ajustes de sonido, apareció en medio de una gran ovación y ataviado con su característico sombrero el cantaor Duquende, y lo hizo recordando a Camarón por Tarantas, acompañado a la guitarra por Paco Heredia, el cual armonizaba de una manera discreta pero concisa las notas que iban saliendo de esa garganta prodigiosa.
Siguieron cautivando por soleá, nos regalaron unos momentos increíbles por siguiriya con esa fuerza que tiene en su garganta, arrancando los “Óles” del público cuando terminaba cada lance, siguieron por tangos y terminaron por bulerías, para gozo de los que allí estábamos disfrutando de tal maravilloso concierto.
Al igual, que en la anterior pausa, el tiempo de espera fue mínimo, lo justo para los ajustes de escenario y sonido, y enseguida comenzó con el telón cerrado a sonar la voz de “El capullo de Jerez”, con “ayes por soleá”, al abrir el telón apareció sentado en el centro de la escena, con traje gris claro y respaldado por la guitarra de Manuel Jero, y el cajón y las palmas de José Peña, y José Rubichi.
Qué decir de este cantaor, tan personal, tan especial que se metió al público en el bolsillo, antes incluso de abrirse el telón.
Siguió cantando por fandangos, y el clamor del teatro cuando terminaba cada letra era digno de ver y de escuchar sobre todo. Cambiaron de palo y se pusieron a tocar por tangos, involucrando a los que allí estábamos, para acompañarles en el estribillo.
“Yo estoy harto de llorar, yo estoy harto de sufrir, y no estoy harto de pensar en ti”
El lío estaba formado, y fue entonces cuando comenzaron a tocar por bulerías, “madre mía”, qué maravilla, qué compás, qué falsetas, qué remates, qué “todo”. La impresión desde el patio de butacas, era la de verles gozar de lo que estaban haciendo. Comenzó con una letra dedicada a Paco de Lucía “El mejor de todos los tiempos”, como él le cantaba, y para rematarlas se puso en pie para cantar su ya conocida letra al equipo de sus amores, el Real Madrid, imagínense eso lo que produjo, el público puesto en pie para ovacionar a este maestro. Tanto fue así, que no pudo marcharse sin atender a la petición de “otra, otra” y terminó con la Rumba “Apágame la luz”.
Al salir a la calle, volvimos a sentir el calor de Madrid, pero el recuerdo de lo vivido, y el eco de los cantes resonando en la mente, sin duda alguna lo hizo mucho más llevadero.
Fotos de archivo VPF por Carmen Fernandez – Enríquez.
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