Charlando con… Naike Ponce

“El arte no es ni de la familia, ni del apellido, ni de la raza, ni del país. El arte es de la esencia de cada persona”.

Naike nos hemos encontrado hoy por el nuevo lanzamiento de tu disco “Vivir” pero vamos un poco a tus comienzos, ¿cuándo y cómo decides hacer del Cante tu profesión? Creo que comenzaste bailando….

Sí, empecé bailando. Con tres años empecé a bailar y con nueva a cantar, pero no lo decidí, vino. Siempre supe que iba a ser artista porque siempre me ponía en frente del espejo, me disfrazaba, siempre he sido nocturna. Mi madre siempre me ha pegado para que me acostara y yo aprendí a bailar en silencio para que no me pegara porque al día siguiente no me quería despertar para ir al colegio porque me había acostado tarde. Siempre me imaginé en un teatro, no solamente bailando. He sido muy tímida, de niña más. Mi madre me dice que no hablaba pero era cabezona. Me ponía con cuarenta de fiebre y ella no me quería llevar a las clases de baile y yo le decía – pues me voy andando – ha sido mi vida, mi forma. Tenía mi pandilla del colegio y la del baile. De adolescente en Jerez, en mi pandilla eran todos gitanos, allí aprendí el baile. El Cante me lo enseñó Encarna, “La Sallago” porque iba a que me enseñara a bailar y me hizo cantarle. Mi familia era fandanguera y le canté un fandango y ahí me dijo, tú eres cantaora. Con nueve años ella me descubrió.

Perteneces a una familia en la que no hay artistas profesionales pero en la que sí ha habido siempre arte y afición, ¿Cómo ha influido ésto en tu carrera?

Sí. Al padre de mi madre nunca lo conocí pero creo que de él heredo su gusto por el Cante, era fanático de Caracol. En la revista de Servando Repetto en la que él le hace una entrevista a mi abuela, yo tenía nueve años, y ahora acaba de sacarlo porque lleva desde entonces investigando sobre todos los cantaores de aquí, no solamente los profesionales, sino también algunos como mi abuelo que estaban en los carteles. Por ejemplo cuando se reunía la familia de Isidro Muñoz él estaba ahí. Mi abuela me contaba que se iban en Semana Santa y no aparecía en una semana porque él, a parte de trabajar en el campo, hacía fiestas privadas. También los balcones, era muy saetero y le pusieron “El Niño del Olivete” porque era la zona de donde veía y “El niño del Fandanguete” porque le encantaban los fandangos. Todos sus hijos han cantado. Yo he escuchado a todos mis tíos de fiesta y mi abuela la daban dos palmas y ya estaba arriba bailando. Mi parte de negociante, más campera, más salvajona, la saco de la parte de mi padre.

¿Crees entonces que el arte es una cuestión de sangre ?

No. Yo creo que el arte lo traes tú porque te lo da Dios. Luego tu padre y tu madre y lo que tú vivas en tu casa es muy importante pero el arte no es ni de la familia, ni del apellido, ni de la raza, ni del país. El arte es de la esencia de cada persona. Por ejemplo el camarero que vino antes tenía mucho arte.

“Yo soy todo lo que he escuchado”.

Antes hemos hablado de la Sallago que ha sido tu maestra, tu mentora, tu guía a seguir. ¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje que has heredado de ella?

Puff qué difícil. Lo que más me ha servido de todo lo que ella me contaba, porque ella me ha hecho recitales para mí sola cuando tenía nueve años y eso me lo llevo yo, no está grabado, está en mi corazón, pero lo que me llevo de Encarna es la sabiduría de vivir en este mundo y de dónde viene el Cante. Ella me explicaba que viene de las tripas, de las entrañas, que te tiene que doler, o del ser más profundo.

Cada paso que doy me acuerdo de ella porque era muy sabia de la vida. Ya la cogí mayor, con setenta y tantos años y había vivido todo lo que tenía que haber vivido. Ella se escapaba de su marido por el balcón para ir a las fiestas porque ganaba su dinero y luego en la pescadería que trabajaba la gente la decía Encarna qué bien has cantado esta noche y ella decía – ¿yo? Tú estabas borracho yo anoche no fui a ningún lado, mi marido no me deja. – Dice que esperaba en la reja y a las cuatro de la mañana se hacía dos números y corriendo iba a que la pagaran y a la casa a dormir para que su marido no se diera cuenta. Ella lo pasó mal también porque era paya. La Paquera fue una gran defensora suya, decía que era muy buena saetera. Era creadora de Cante, se inventaba letras en el momento. No podía estarse quieta, cantaba y bailaba. Ella me inculcó eso y como para mí cantar es igual de importante que bailar porque lo siento, pues me acuerdo de ella en mi arte y sobre todo en la forma de vivir dentro del Flamenco, eso es lo que más me ha servido para defenderme.

Y lo que ella ha sido como mujer. La dicotomía de ser tan libre por un lado y por otro lado en verdad estaba en una jaula, ¿no?

Qué va! Ella abría la jaula en silencio y hacía lo que quería. Era muy inteligente porque lo tuvo que ser. Tenía muchos hermanos. Entendía muy bien a los hombres y su mundo por ellos. Siempre estaba arropada por uno de los hermanos que era al que más quería, con el que trabajaba en la plaza y era el que la echaba los capotazos para que ella pudiera ser libre. Nunca me lo dijo claro pero yo lo intuyo. Era una mujer muy libre. Ni el marido, ni la familia… Con ochenta años prefería vivir sola porque luego salía a la calle y había mucha gente que la quería. Tenía mucho carácter pero lo que más le gustaba del mundo era el arte y reírse.

¿Qué hay de todo ésto en tu nuevo trabajo discográfico, “Vivir”?

Le hago un homenaje a ella en las Alegrías, una letra que ella grabó que dice “cuidadito con ella/ que es buena moza/ moza y doncella”. Con ella había que tener cuidado. Tenía mucho arte para decirte la verdad en tu cara sin que te molestaras. Yo eso no lo aprendí. A veces peco en la forma.

“Vivir” es la consecuencia de un espectáculo que creaste hace algún tiempo y estrenaste en el Teatro Flamenco Madrid con gran éxito. A partir de ese momento decides plasmarlo en un disco y Javier Patino ha sido tu aliado.

Patino me dice – tu disco – y yo le digo, no, nuestro disco. Aunque no sea un dúo realmente él es el que hila mi idea. Ha sido muy fácil. Él me animó a grabarlo como disco, con la ayuda de Ramón Salazar, en la azotea, con Cepillo, otro maestro y Félix y Alejandro, dos palmeros increíbles de Jerez. Todo minimalista. Ahora se llevan mucho las colaboraciones pero yo como no tenía un duro lo he hecho sola. Patino y yo somos gente sencilla y nos pusimos a quitar… Teníamos que reducir para que no estuviera cargado. Cuento lo que quiero contar en treinta y tres minutos de disco.

“Lo que más me gusta del mundo es escuchar a la gente que no sabe cantar, me flipa porque ahí se ve la esencia. La gente canta porque le nace, no porque sepa”.

Es un trabajo intimista, en el que te has rebuscado a ti misma en lo más profundo de tu ser, te has encontrado con tus miedos, alegrías, el amor, el desamor, la libertad, el ego….

El ego no está en el disco pero sí en el directo. Es un tema que hizo Iván Padellano, al que tengo que darle las gracias porque siempre ha estado ahí y es alguien tan especial y que sabe captar mis emociones muy bien. Llevo un trabajo de conocimiento personal de ocho años. El día que me hice las fotos, que me las hizo Concha Vacas, me dijo en la vía – tú no hagas nada, lo que tienes que hacer es preguntarte qué le dirías a la gente si hicieras un disco – y eso me marcó. El ejercicio era doble, la parte personal y meterlo en el Cante. Ha sido duro porque entrar en las emociones es duro pero creo que es el trabajo que venimos a hacer realmente. Por eso es tan importante este disco para mí porque mis miedos, las cosas que me pasan a mí, también le pasan a los demás. Ahí dije mi misión principal es el mensaje y a través del flamenco se pueden decir las emociones. Ésto que me pasa a mí te pasa a ti y yo me siento abandonada a veces y tú también y mi alegría es la tuya. Hay que ser consciente de que cada uno va con su historia y hay que ser más empático y amoroso con el otro pero sobre todo con uno mismo. Siempre estamos intentando agradar al otro y en realidad hay que estar a gusto con uno mismo.

Y has rescatado Las Galeras en homenaje al Lebrijano….

Que yo sepa nadie ha hecho ese Cante. Yo lo versiono, lo hago a otro ritmo. Le hago una letra a la liberación del humano, no solamente del gitano que es de lo que habla el Maestro Lebrijano. Él me inspira. Quiero decir que yo conozco la Galera en Australia gracias a una bailaora que conocí en Melburne, Simone Pope, y quiero decirlo porque yo le hablé de las galeras, del marisco, y ella me dijo – no, la Galera es un Cante – para que veas que de todo el mundo se aprende y quiero agradecérselo. Y gracias a Mercedes Martín Luengo hacemos esa letra maravillosa de la madeja que se va deshaciendo. El lío que tenemos los humanos con el ego se va deshaciendo poco a poco hasta llegar a la hebra, al reconocimiento de esa sangre que se ha derramado en el pasado y que seamos más conscientes y más libres. El Lebrijano me da esa oportunidad. Aquí le hago mi homenaje. También a la Perla, a la Piriñaca, a los Zambo, a Caracol… Las fuentes de donde yo he bebido. Yo soy todo lo que yo he escuchado.

Se va perdiendo una generación realmente importante en el Flamenco, ¿cómo ves el futuro? ¿Cómo crees que va a ser su evolución y su conservación?¿Cuál crees que es tu aportación en este sentido?

Mi aportación es la libertad que yo siento cuando me da igual que la gente diga si yo canto más flamenco o soy más cantante. No me importa porque siento las dos cosas y me siento libre porque creo que en la vida hay que hacer lo que a uno le apetece. También aporto mi manera de cantar. Cuando me subo al escenario es como si me quedara ciega, entro en un estado que no reconozco en ningún otro momento de mi vida. Creo que aporto la libertad mental. Se puede cantar flamenco sin ser Montoya ni tener el pelo negro. Se puede ser flamenca sin hacer flamenco.

El flamenco actual lo veo regular básicamente porque la gente no se junta, eso es lo que yo creo que falta. Las reuniones para compartir sin juzgar al otro y en las que todo el mundo participa, sepas cantar o no. Que ahora parece que somos jueces todos. Me incluyo porque soy muy exigente pero con la gente profesional, luego lo que más me gusta del mundo es escuchar a la gente que no sabe cantar, me flipa porque ahí se ve la esencia. La gente canta porque le nace, no porque sepa. Camarón y Paco no hay más que uno… Y todos cantando igual y eso me da coraje. Yo puedo hacer una letra de Panseco o Aurora pero sin empeñarme en ponerme la flor como ella o bailar como ella, porque no soy ella, tengo mi esencia. Nunca canto por Camarón porque no sé alargar los tercios como hacía él y me da coraje…. Me muero por cantar letras de Juan Antonio pero no lo hago por el respeto que le tengo. Algún día lo haré pero para eso hay que encerrarse en un cuarto, estudiar y ver cómo hacerlo a mi forma.

Antes se hacían los cantes de una forma y a uno que llegaba a una fiesta se le olvidaba y lo hacía de otra forma y nacía un estilo. Ahora si tú cambias la soleá por bulería del Torta, no se puede. El flamenco está mal.

Antiguamente el Flamenco se vivía en las casas, patios de vecinos, fiestas privadas… ¿Dónde queda eso? ¿En tu casa lo seguís viviendo así todavía?

Eso no existe. En algún callejón… Las abuelas cuando se mueren ya es otra cosa. Yo en casa siempre saco a mis primas a bailar. A mi tío Manolo que ya murió siempre lo sacaba… Ahora en mi casa soy yo la que anima siempre la fiesta.

Muchas gracias Naike.

Fotos Archivo VPF por Carmen Fernández – Enríquez.



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