Anoche acudimos a la llamada de la nueva edición del ya consolidado festival madrileño “Flamencos y Mestizos”, era la primera de cuatro noches en las que la Sala Berlanga se llenará de artistas muy diferentes con propuestas de gran calidad.

Ayer Jueves el cartel era casi de extremos, pues por el escenario pasaba en primer lugar el cantante Eduardo Barbero, muy cercano al pop con matices de Jazz y de Soul y que últimamente navega como oyente por aguas flamencas y ha decidido incorporar algunos flecos de este arte a su repertorio. Fundamentalmente presentó algunos temas de lo que será su primer disco y además versionó algunas canciones como Hallelujah de Cohen que como todos sabemos tenía alma flamenca o a Morente al que quisieron rendir su pequeño tributo. La sorpresa vino con la subida al escenario de “El Negri” para interpretar junto a Eduardo “La Noche”. Entre sus músicos “El Monty”, Juan Carmona, además contaban con bajo y dos voces femeninas que hicieron las delicias del público.

Tras un breve descanso vino el flamenco, si antes hablaba de extremos lo hacía porque pasamos de la parte Mestiza más cerca de otras músicas a lo jondo. Ver a María José Franco bailar es rememorar el flamenco más clásico, sentir la influencia de Manuela Carrasco sobre la bailaora, asumir la sutileza como parte del espectáculo. Además María vino acompañada por un elenco poco comparable a nada, pertenecientes a la saga de los Moneo, Juan Manuel a la guitarra y Luis y Manuel al cante, son puro Jerez. Las palmas las puso Javier Peña. Compás sin igual. Ni siquiera el calor entorpeció que los ecos llegaran a lo más profundo de nosotros mismos. En las Alegrías con mantón y bata de cola la bailaora arrancó los olés y aplausos del público en más de una ocasión pero fue en la Soleá donde se plantó la sobriedad y la elegancia más pura. Sencillez. Sin complicaciones. Rebuscando y encontrando en su interior la esencia de un arte del que jamás se cansa uno cuando es por derecho. Así terminaba la noche, por todo lo alto, con el aroma de lo añejo y la frescura que Jerez y Cádiz aportan en cada escenario.

Fotos de Paco Manzano.