Segunda jornada de la XXXIII Edición de Jornadas Flamencas de Fuenlabrada. Con este juego de palabras, le doy título a la intensa noche que nos ofrecieron los grandes artistas que actuaron el sábado 4 de marzo en el Teatro Tomás y Valiente. Las voces de Kiki Morente y José Valencia nos mostraron que el flamenco es un mar donde confluyen distintos ríos, cada uno aportando caudal y vida. Y «con – trastes», porque hubo cuatro sonantas en el escenario, desgranando música a un nivel magistral.

El aforo se completó para recibir al primero de los intervinientes, Jerónimo Maya, que lo hizo templándose por soleá. Jerónimo es flamenco de sangre, tiene un toque visceral, cargado de sentimiento, de esos que pellizcan el alma, como así lo hizo. Siempre es difícil abrir y preparar al respetable para que conecten sus sentidos y se empapen de esencia flamenca. Con el público entregado desde su primer toque, Jerónimo Maya invitó a Antón Losada para acompañarle a la percusión en unos hermosos tangos y unas bulerías. Le dejó el testigo a su hermano Leo de Aurora, joven que transmite mucha dulzura con su toque lleno de melismas y complejidad técnica. Leo realizó en solitario una composición propia, y a continuación hizo la intro a un tema en el que se incorporaron de nuevo Jerónimo y Antón. Los tres maravillaron al público con su buen hacer repleto de sensibilidad y buen compás. Para rematar completaron su actuación con unos tanguillos llenos de color, ritmo y música con mayúsculas. Los asistentes vibraron y gritaron olés al unísono al final, además de aplaudir con mucha intensidad y durante unos minutos.

Se cierra el telón para abrise de nuevo y recibir en el escenario a David Carmona, otra de las grandes guitarras de la noche. David, es una guitarra con nervio y pellizco. Comenzó con la intro de granaína para dar la bienvenida a Kiki Morente que comenzó cantando por ese palo. Es imposible escuchar a este cantaor y no recordar a su padre, el gran Enrique Morente, y a su bella hermana Estrella. Aunque se nota que él quiere cantar a su forma y manera, y aportar más a esta forma cantaora. Después de la granaína cantó un bello poema finalizado con ritmo abandolao, concretamente por fandango de Frasquito Yerbabuena, «Granada siempre está presente, en los Morente». A continuación tarantos y soleá. Hizo un breve paréntesis para dedicar a su abuela, presente entre el público, los tientos-tangos que cantó despúes. Letras por tientos y tangos que hicieron el deleite del personal. Kiki sabe lo que canta, y tiene muchos recursos y una gran técnica. Terminó por bulerías y con buena parte del público puesto en pie para aplaudir con ganas su actuación, llena de buen gusto y sentimiento.

Y para rematar la noche, decicada al maestro sevillano Juan Peña «El Lebrijano» vino desde aquella tierra, José Valencia, acompañado de su inseparable Juan Requena, otro enorme guitarrista que trasmina flamencura en su forma de tocar. José Valencia derrochó voz, quejío y compás en cada palo que interpretó. Comenzó por soleá de Alcalá, pero hizo un gran recorrido acordándose de Triana, Utrera, Lebrija y estilos personales. Tarantos y rondeñas como remate. A continuación saludó y dedicó los tientos-tangos a su maestro y mentor Juan Peña. Siempre apoyado en la guitarra de Juan Requena, con su toque sin estridencias, con jondura y enjundia flamenca. Llegó el momento de la siguiriya y se paró el tiempo. José se marcó un buen número de cuerpos, a cual con más sentimiento y saber hacer. Se oían oles entre las butacas y fueron grandes los aplausos a su fin. Y con una capacidad casi inhumana, como un titán del cante, remata su actuación por bulerías. Si bien comenzó sentado en la silla, se levantó para acercarse más a los presentes y marcando compás y llenando de voz y ritmo el teatro dio fin a su actuación y a la noche. El público se levantó de sus asientos para aplaudir con fervor la gran actuación de José Valencia.

Como dice la letra de Rafael Alberti que reza en el programa de las 33 jornadas flamencas de Fuenlabrada…

«Tan solo pensando

sin saber que un día

una voz de lejos

me consolaría»