«Cante Añejo» daba nombre al Ciclo que ayer finalizaba en la Casa de Granada de Madrid y que quiso recordar a una de las figuras más trascendentales para el Flameco, El Tío Borrico, y no hay una manera mejor para recordarle que a través del cante de su nieto, Manuel Fernández, «Borrico».

Con Tonás, Martinetes, empezaba su recital, como se comienza en su tierra, Jerez. Así fue el concierto, una muestra de la tierra, un reflejo del cante añejo, con continuos guiños a ése su «Popá», que fue un genio de los que perdurarán en nuestras entrañas. Y no podía faltar la Soleá, para seguir haciéndole los honores.

Por Tientos y Tangos hubo momentos de pellizco, de encogernos el corazón, pero el Flamenco cantado con faltas de ortografía llegó por Tarantos, que precedieron al solo de guitarra, un Zapateao de Esteban de Sanlúcar que Antonio Reyes ejecutaba de manera improvisada, y conseguía la admiración del respetable, que esta noche salió de la sala con la sensación de tener un guitarrista más al que tener en cuenta. Antonio estuvo soberbio y gustó mucho a los aficionados.

Manuel volvió por Seguiriyas para seguir con su cuna e irse después por Cádiz. Los Fandangos, dedicados a su tío Pepe el Zorri, que siempre le acompaña.

Para acabar, Bulerías, acordándose de nuevo de su abuelo, del que Manuel conserva gestos, y maneras.

Una noche de recuerdo, de volver a tiempos de atrás, escoltados por un busto de Falla, en una sala granaína, en la que se canta y se toca al natural y en la intimidad, una noche de vuelta al Cante Añejo.