Anoche fuimos los anfitriones de una pareja que quiso venir conmigo a sentir el Flamenco, ¿que si lo hicieron?Por la puerta grande!
No tuve dudas, había cante y guitarra en el Círculo Flamenco de Madrid y allí nos fuimos. Venían de Cádiz, en concreto Chiclana y Jerez, Rancapino Chico y Antonio Higuero, pareja artística que nos está dando muchísimas alegrías.
En Madrid se sienten en casa, en el Círculo aún más y se notó. Rodeados de un calor por parte de los aficionados allí presentes, que teníamos muchísimas ganas de escucharles, y tras la presentación de Elvira López Hidalgo, comenzaban por Malagueñas, con una introducción por parte de Higuero que era el preludio de lo que sería una noche de gloria.
Alegrías con algunas letras que hemos escuchado muchas veces a Camarón y Soleá, por la Serneta, «Tengo el Gusto tan Colmao», en las que Alonso estuvo soberbio. El Yeyé de Cádiz, sentado a mi lado comentaba en bajito, «qué bien está cantando».
Por Tangos, los que le ha compuesto Cepero y que son tan característicos ya de este artista, que los hace de una forma tan personal, despacito, templando muy bien, llegó el descanso.
En el ambiente se respiraba emoción, ilusión y ganas de más. La sola presencia allí de Rancapino, el padre, era ya motivo suficiente para ello.
Vuelta a escena por Seguiriya, que comienza Alonso a capela, y que ya acompañado por Antonio arranca los olés y jaleos de todos.
Antonio Higuero estaba especialmente a gusto, disfrutó muchísimo de su toque y disfrutó muchísimo del buen Cante de su amigo al que miraba con admiración profunda y su eterna sonrisa.
Los Fandangos, dedicados en sus letras a Caracol, son otro de sus fuertes, de pie y fuera de micro, para goce nuestro. Y después Bulerías.
Detalle impagable al final, remataron por Zambra, compuesta también por Cepero, dedicada a su padre y por primera vez llevada al escenario al cante y toque de estos gaditanos que no dejan de sorprendernos y que se dejan el alma en cada actuación.
Aparecieron los duendes señores, aparecieron. Entre la intimidad que crea el lugar, el acogimiento del respetable y la explosión de arte por cada rincón, se creó una atmósfera llena de flamencura y de metal.
Acabó la noche de forma magistral, con la intimidad de los que nos quedamos los últimos, envueltos ya en un clima insuperable, y el silencio interrumpido únicamente por las anécdotas y CANTES del señor Rancapino. Pero así lo dejamos, sin desgranar más, para nuestra intimidad.
Fotos cedidas por Diego Gallardo.



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