El pasado lunes 10 de diciembre de 2018 asistimos al Teatro Flamenco Madrid a las 22 horas, ilusionados con la propuesta que esperábamos ver. Las expectativas eran muy altas y el espectáculo cumplió con creces las mías.

Naike no estuvo sola, tuvo la magistral compañía de un auténtico equipo de profesionales y por el ambiente que se respiraba en el escenario, casi diría amigos. Se les veía disfrutar a todos recogiendo los frutos del trabajo bien hecho en forma de aplausos, jaleos y oles.

A la guitarra Javier Patino, jerezano, flamenco, maduro en su sonido polifónico, daba la sensación en muchos tramos que había más de una guitarra. A mi entender llevaba un peso muy grande a sus hombros para sacar el espectáculo adelante por la complejidad musical.

Carlos Merino, gaditano, estuvo a la percusión dando colchón y sustento al cante y la música, en su sitio, sutil, disfrutando… 

El sevillano Víctor Guadiana estuvo al violín dando melodía y aire al espectáculo y nos dejó un momento mágico con una proyección en pantalla de Naike y su voz en off y él tocando simultáneamente una pieza que terminó con un virtuosismo magistral, bestial, el público aplaudiendo con intensidad. Son muchas horas a la espalda para tocar así cualquier instrumento, además del sentimiento y transmitir, que eso no se aprende. 

Cantando con Naike estuvo Manu Soto, personalmente no le conocía y consiguió sorprendernos con su entrega y facultades, logró hacernos sentir cosas muy bonitas, muy profundas, pellizquitos para el alma. Genial Petenera cantó él sólo. Junto con Naike, nos hicieron VIVIR muchos sentimientos que ahora detallaremos. ¡Manu, magistral!

A nivel musical, escuchamos de la artista y su equipo una amalgama de cantes muy variados: seguiriyas muy jondas, soleá sin música sólo con el compás de Naike, bulerías de Cádiz con todo el soniquete del mundo, copla «Dime que Me Quieres», un temazo que decía «ámame otra vez», increíble, alegrías muy gaditanas, unas letras que no conocía con la melodía del cante por galeras, precioso, petenera de Manu solo ya citada y voz en off de Naike con proyector atrás y violín adelante, mortal, para rematar fin de fiesta a lo grande.

A nivel escénico, Naike acompañó su cante todo el espectáculo con su baile, con su cuerpo expresando, desprendiendo flamencura, desbordando feminidad, proyectando energía hacia adelante y recogiéndola de vuelta con nuestros oles, fue algo que a nadie dejó indiferente. Es muy difícil transmitir algo tan grande con sólo cinco personas en un escenario.

Me resulta complejo entender cómo alguien puede concebir algo así en su ser, crearlo, desarrollarlo y convertir con mucho amor y trabajo un proyecto en algo mágico como esta obra.

Únicamente sentimos en algunos momentos la música alta en compensación con el Cante pues Naike es tan especial que en momentos susurra y así llega al alma.

Aunque hubo muchos momentos de duendes volando por la sala, me quedo con el final, con el público en pie aplaudiendo con vehemencia y jaleando sin parar, Naike emocionada por recibir junto con sus compañeros de batalla un reconocimiento más que merecido al trabajo bien hecho, además viendo que habían llegado a desenfundar almas, algunos soltamos una lagrimilla.

Era muy gratificante ver entre los asistentes a músicos, compositores, cantaores y bailaores de primer nivel del panorama flamenco disfrutando, jaleando, felices por Naike, felices por ellos mismos, sintiendo en su corazón,lo bonito que es …VIVIR.