Ayer tuve la suerte de asistir al concierto con el que arrancaba de la gira “Manhattan de la Frontera” del guitarrista Cordobés José Antonio Rodríguez, dentro del festival Flamenco Madrid 2016, en el Teatro Fernán Gómez, un lugar muy especial para el músico, ya que fue allí donde se presentó por primera vez en Madrid hace ya 32 años.

El propio José Antonio unos días antes me anticipaba que tenía cosas que contar, y que habría sorpresas, y efectivamente nada más llegar, el ambiente era distinto a un concierto de guitarra flamenca de los habituales, había mucha expectación entre los asistentes. La presencia de un photocall en el hall de la sala ya diferenciaba el tratamiento de este concierto, y lo transportaba a la categoría de evento.

Comenzó el concierto en solitario José Antonio, tocando “Guad el Kebir”, una rondeña incluida en su disco “ Córdoba en el tiempo”, pero todo presentado de otra manera, el montaje era distinto a lo que estamos acostumbrados, una escenografía muy cuidada, con proyecciones creando escenas 3D, un diseño de luces para crear distintos ambientes reales, dando sentido a la música que suena.

Detrás de toda esa innovación, hay un músico, hay un guitarrista que toca mucho y muy bien, flamenco por los cuatro costaos, que cuenta y muestra su experiencia a través de su guitarra.

Prosiguió José Antonio con la Farruca del desconsuelo de su trabajo “Anartista”, un tema en el que le da una vuelta a este palo, jugando con el ritmo, las melodías y dejando ver a los presentes que teníamos ante nosotros a un guitarrista con una técnica y una sensibilidad increíble.

Durante el concierto, José Antonio nos presentó temas de varios de sus trabajos discográficos, muy bien escoltado por los músicos que lo acompañaban, Macarena de la Torre (voz), Manuel Montero (Guitarra), Pedro Vinagre (Bajo eléctrico) y Agustín Henke (percusión), se notaba que el escenario había disfrute, respeto y un trabajo de ensayo grande, no faltaba ni sobraba nada, todo estaba “en su sitio”, cada escala iba acompañada de su remate de la percusión, la voz se amoldaba perfectamente a cada uno de los registros necesarios para que la música sonara a lo que su compositor quería, regalándonos una atrevida y magistral versión de “ Francisco Alegre”, una de “esas canciones que te marcan en la vida” como él mismo dijo.

Sonó la guitarra por Soleá, en un escenario iluminado por una tenue lámpara, y abriendo la escena a las sombras que creaba el propio artista, como si de sus acompañantes imaginarios se tratara, cada tema era tratado visualmente en un contexto determinado, así fue como de repente se transformó en un escenario más típico de un concierto pop, para dar cabida a la guitarra flamenca de José Antonio, modulada con una distorsión que entraba perfectamente en su tema “Danza del amanecer”, no dejaba de sorprender, pero siempre dando un sentido a lo que estaba haciendo.

No dijo mucho, pero si tuvo unas palabras de agradecimiento al Maestro “Serranito”, presente en la sala, que estuvo allí para acompañarlo desde las butacas.

La cosa no terminaba, de repente los músicos sueltan sus instrumentos, y se agrupan en torno a José Antonio y su guitarra, para deleitarnos con una composición compleja y más teniendo en cuenta que había diez manos sobre la guitarra, cada una haciendo una cosa, de una manera ordenada y coordinada, ¡¡Espectacular!!

Para terminar, José Antonio lo hizo de una manera sencilla, cercana, humilde, sensible, como es él. Con su guitarra, sentado en las escaleras del escenario, a medio camino entre los dos mundos que se crean en un teatro, acercando su “Adiós muchachos” al público para de esta manera dar fin a un concierto valiente, cargado de música, de melodías y de buen gusto.

Gracias por expresar y por regalarnos tu música.