El Flamenco como Deporte de Riesgo

Se inaugura un nuevo ciclo flamenco en el hotel Ac Recoletos. El lugar es legendario porque ahí asistimos al reencuentro entre Toumani Diabaté y Josemi Carmona con Javier Colina, Bandolero y Jorge Pardo. Aquella noche nos acordamos de Mario: «si estuviera aquí Mario Pacheco esta noche hubiera empezado a grabarse el Shongai 3» . Recuerden que aquel disco (el segundo) no tuvo gira y sólo a partir de aquella noche en la calle Recoletos se organizó la gira de Toumani con Juan y Josemi Carmona y Kiki Cortiñas en el papel de cantante. Lo vimos en un maravilloso concierto en el festival de músicas religiosas de Fes. «Un festival divino» en palabras de Colina tras la prueba de sonido que luego repetiría en los micrófonos de Radio 3. La especialidad de AC Recoletos es el jazz latino y por lo tanto abundan los flamencos en su programación. El propio Javier Colina ha protagonizado en el pasado mes de octubre un marathon con cubanos, jazzistas y flamencos y en estos días se puede ver la exposición de fotografías de Anya Bartels sobre Diego El Cigala. El lugar es pequeño y acogedor y el público es ilustrado, más cercano al silencio que a seguir el impulso de jalear a los artistas tal y como se escucha en locales cercanos a la Gran Vía o en la milla del flamenco (la calle Cañizares).


Aparece Ingueta Rubio y lanza un martinete de pié y sin micro. Ingueta pertenece a la tercera generación de una saga mítica, su abuelo Antonio El Rubio grabó en Hispavox y la afición está esperando su disco producido por Israel Fernández: por otro lado su padre Miguel El Rubio grabó para Nuevos Medios. Pero grabar hoy es un deporte de riesgo (tanto como cruzar entre las Torres Gemelas sobre un cable tan inexistente como las propias torres). Sin embargo hay cantes que Camarón no hubiera hecho sino fuera por esta familia.
Ingueta añade al eco familiar unas cualidades vocales extremas que recuerdan en potencia a la Paquera. Así que sí, Ingueta no necesita micros y si se pone delante de un micro es para ecualizar. Le dedica una granaina a su abuela y se acompaña con la guitarra, no es un virtuoso pero se sostiene con garbo. Entra Joni Jiménez y su guitarra canta por bulerías antes de que Ingueta abra la boca. Más tarde le pregunto si se acuerda de la melodía que ha tocado y se ve que no, que lo suyo se parece a un trance curativo. De ahí nos vamos a una mina de la mano de una taranta, no creo que en este barrio hayan visto ni mineros ni campesinos pero el cante resulta estremecedor. Remata por fandangos tan jondos como la mina esa a la que ha cantado antes.


El cante de Ingueta no es sencillo y requiere entrenamiento del oyente así que le ha puesto la sesión en bandeja para su invitado Antonio Reyes que tiene una voz tan dulce que el contraste es un abismo. Antonio Reyes hizo uno de los mejores discos de flamenco clásico que se recuerdan en lo que llevamos de siglo junto a Diego del Morao un disco en directo envuelto en las fotos de Pepe Lamarca que volvió a coger su cámara por que la pareja le recordaba a Camarón y Paco de hace 50 años. Nos han cambiado los tiempos, el flamenco ha dado un salto creativo palpable en todos los terrenos pero no tenemos (o no hay voluntad de tener) a un Camarón, un Gades o un Paco de Lucía llenando el palacio de los deportes. Quizá sea mejor así, más íntimo y adecuado y así podemos ver a estos artistas magníficos a dos palmos.Cantó Antonio Reyes por soleá, luego por bulerías y se hizo un mano a mano antológico con Ingueta Rubio por fandangos y ahí se produjo algo que delata que las leyes internas del flamenco están por encima de las de la hospitalidad. Todos hubiéramos apostado por que fuera Ingueta el que rematara la faena, pero parece que los fandangos tienen vida propia y exigen que el cante sea como tiene que ser. 
Finalizado el evento había fiesta de cumpleaños de María Larroca, la anfitriona de esta página, en una de las salas de Casa Patas, mientras un poco más arriba Javier Ruibal estaba sin micro en la García Lorca con Diego Villegas en las ceremonias del ciclo  «Flamenco sin fronteras» se sumó Guille García al cajón «qué difícil es tocar lento» dijo. En la fiesta volvieron a aparecer cantes y guitarras, y cuando estaban Ingueta y Antonio Reyes poniendo del revés la experiencias del día apareció Israel Fernández, ahí parecían dispuestos para el éxtasis y escuchamos otra voz rotunda, la de José Valencia. Momento en el que me caí del alambre, que luego dicen que el flamenco se está muriendo. Yo lo que creo es que el flamenco es un deporte de riesgo.  

Fotos de Carmen Fernández – Enríquez.



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