Corredera Baja de San Pablo, casi al lado del teatro Lara, en pleno centro de Madrid, desde hace poco más de un mes habita un nuevo espacio para el Flamenco, el tablao La Fragua, y allí, la noche del veinticinco de Enero cantaba La Tana, cantaora sevillana del barrio de las Tres Mil no muy habitual en los escenarios madrileños.
Una hora antes de la actuación nos citábamos con ella y entre el rimell y el pintalabios descubríamos personalmente a la hija de mi admirada Herminia Borja.
Poco después salía a escena vestida de negro, con un foulard rojo, impecable, junto a Yeray Cortés y arrancaban por Levante.
La Tana pasa de la dulzura a lo salvaje en décimas de segundo y si es cierto que la Soleá por Bulerías, las Bulerías y los Tangos son su fuerte, la noche del sábado la Seguiriya fue infinita en sentimiento, tanto por parte de la cantaora como de Yeray, pues este tocaor mezcla lo tradicional con lo moderno de manera tan natural que te lleva de viaje en cada nota.
Artista que templa y arriesga a partes iguales. Derrocha verdad y es pureza en el mismo sentido en el que Paco de Lucía, con el que giró y grabó, hablaba de este término, es decir, la pureza no está en lo antiguo, la pureza está en ser fiel a uno mismo.
Y fue al final donde salió su parte más racial, cantando y bailando y rematando las Bulerías con el Fandango de la Malvaloca imponiéndose con pasión ante un público fiel que respondía con oles. De las Tres Mil al Cielo!
Fotos de Carmen Fernández – Enríquez.
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